Leonardo Nuñez
El Mercurio 06.02.06
Los profesionales jubilados pueden prestar servicios de gran utilidad a la comunidad. Les sobra currÃculo y ganas. Aunque aún no se los aprovecha del todo en Chile.
Si habÃa algo que la enfermera universitaria Celia Ahumada (76) no iba a hacer cuando jubilara, era quedarse encerrada en su casa. "Mientras trabajé, me fue muy bien", dice. "Y como iba a tener más tiempo libre, era el momento de devolver toda la ayuda que recibà en mi vida".
Y asà fue, porque rápidamente su casa en San Felipe se transformó en una pequeña consulta, donde quien lo quisiera, podÃa recibir orientación y cuidados de salud sin costo. Desde entonces, Celia se ha dedicado de lleno al voluntariado, con el plus de contar con una profesión y vasta experiencia en su área.
Cualidades muy valoradas en paÃses desarrollados, como España, donde incluso un grupo de profesionales retirados creó su propia asociación de servicios gratuitos, a la que llamaron Secot ("Seniors españoles para la cooperación técnica"). Ésta fue declarada de utilidad pública por el aporte de sus ejecutivos jubilados, que entregan asesoramiento de gestión empresarial a jóvenes emprendedores y Pymes con recursos escasos.
Profesionales perdidos
Uno de los miembros de Secot es el ingeniero industrial Eduardo Vega, español de origen chileno que, entre 2002 y 2003, intentó establecer sin éxito una sede del organismo en nuestro paÃs. Hubo interés, pero le fue mal porque el trabajo voluntario no está regulado y aún hay poco espacio para la participación de los profesionales jubilados. Sin embargo, los que deseen pueden pedir asesoramiento por internet en www.secot.org.
En la falta de espacio coincide Teresa Valdés, socióloga, investigadora de Flacso y una de las personas que trabajaron en la elaboración de la Ley de Participación Ciudadana. "En un paÃs donde no tenemos una cultura corporativa de integración de los voluntarios, los más excluidos suelen ser los adultos mayores". Pero también agrega que a los profesionales de la tercera edad les falta más iniciativa. "Son pocos los que han asimilado la importancia de organizarse y ofrecer proyectos. Qué útil serÃa que profesionales jubilados de una misma área, como dentistas, se asociaran para ofrecer servicios gratuitos o a bajo costo".
A esto se suman otros problemas. "Como no hay regulación del trabajo voluntario, no se sabe a quién pedir plata para, por ejemplo, instalar un centro de ayuda. Y los profesionales activos miran a los jubilados como competencia, aunque no cobren", dice Valdés.
Una excepción es el programa de Asesores Seniors que desarrolla el Servicio Nacional del Adulto Mayor desde 2003. En éste, profesores jubilados realizan voluntariamente tareas de apoyo escolar a niños en riesgo social. "Empezamos con 20 profesores, y este año subirán a 88 por los buenos resultados", dice Pamela Acevedo, asistente social del Senama.
Fanny Muñoz (66) es una de las profesoras. "Después de jubilar, me metà al programa. Con el primer niño que me asignaron me fue mal. Su familia no tenÃa interés, lo que me dolió mucho, porque quizás en qué anda (él) ahora. Pero con el segundo niño todo ha estado mejor. Para mà es como un nieto. No importa si llueve, igual le voy a enseñar a su casa. Ha subido su promedio y yo me he puesto al dÃa en algunas materias, para enseñarle mejor".
Para Daura Pacheco (63), traductora de inglés-español, el programa se transformó en todo un desafÃo. "Primero le hacÃa clases y enseñaba inglés al niño de la casa, pero después toda su familia querÃa aprender".
Pero este tipo de programas son los menos. Por eso, suele pasar que cuando un profesional retirado quiere ser voluntario, se integra a organizaciones donde no siempre hace lo que mejor sabe. De ahà que surgen personas que buscan su propio espacio para ayudar, como Celia Ahumada: "Empecé a hacer charlas de enfermerÃa sin cobrar en clubes de adultos mayores y colegios. Iba a casas cuando me lo pedÃan. Y ahora estoy en un programa en la Municipalidad de San Felipe, que invita a profesionales jubilados a ayudar a la comunidad. Pero no he dejado de ayudar por mi cuenta".
Una historia parecida es la de Eduardo Greene (66). Para no desaprovechar sus conocimientos de contador, al jubilar se integró a la Fundación Soles, donde asesora proyectos y ordena las cuentas. "Son pocos los lugares donde podÃa ayudar haciendo lo que sé. En la fundación soy como uno más del equipo, y mis sugerencias son escuchadas. Eso motiva a entregar un servicio de calidad".