La experiencia de ser voluntario con valor agregado

Lunes, 20 de Febrero de 2006

Canal: Recortes de prensa


Leonardo Nuñez
El Mercurio 06.02.06

Los profesionales jubilados pueden prestar servicios de gran utilidad a la comunidad. Les sobra currículo y ganas. Aunque aún no se los aprovecha del todo en Chile.

Si había algo que la enfermera universitaria Celia Ahumada (76) no iba a hacer cuando jubilara, era quedarse encerrada en su casa. "Mientras trabajé, me fue muy bien", dice. "Y como iba a tener más tiempo libre, era el momento de devolver toda la ayuda que recibí en mi vida".

Y así fue, porque rápidamente su casa en San Felipe se transformó en una pequeña consulta, donde quien lo quisiera, podía recibir orientación y cuidados de salud sin costo. Desde entonces, Celia se ha dedicado de lleno al voluntariado, con el plus de contar con una profesión y vasta experiencia en su área.

Cualidades muy valoradas en países desarrollados, como España, donde incluso un grupo de profesionales retirados creó su propia asociación de servicios gratuitos, a la que llamaron Secot ("Seniors españoles para la cooperación técnica"). Ésta fue declarada de utilidad pública por el aporte de sus ejecutivos jubilados, que entregan asesoramiento de gestión empresarial a jóvenes emprendedores y Pymes con recursos escasos.

Profesionales perdidos

Uno de los miembros de Secot es el ingeniero industrial Eduardo Vega, español de origen chileno que, entre 2002 y 2003, intentó establecer sin éxito una sede del organismo en nuestro país. Hubo interés, pero le fue mal porque el trabajo voluntario no está regulado y aún hay poco espacio para la participación de los profesionales jubilados. Sin embargo, los que deseen pueden pedir asesoramiento por internet en www.secot.org.

En la falta de espacio coincide Teresa Valdés, socióloga, investigadora de Flacso y una de las personas que trabajaron en la elaboración de la Ley de Participación Ciudadana. "En un país donde no tenemos una cultura corporativa de integración de los voluntarios, los más excluidos suelen ser los adultos mayores". Pero también agrega que a los profesionales de la tercera edad les falta más iniciativa. "Son pocos los que han asimilado la importancia de organizarse y ofrecer proyectos. Qué útil sería que profesionales jubilados de una misma área, como dentistas, se asociaran para ofrecer servicios gratuitos o a bajo costo".

A esto se suman otros problemas. "Como no hay regulación del trabajo voluntario, no se sabe a quién pedir plata para, por ejemplo, instalar un centro de ayuda. Y los profesionales activos miran a los jubilados como competencia, aunque no cobren", dice Valdés.

Una excepción es el programa de Asesores Seniors que desarrolla el Servicio Nacional del Adulto Mayor desde 2003. En éste, profesores jubilados realizan voluntariamente tareas de apoyo escolar a niños en riesgo social. "Empezamos con 20 profesores, y este año subirán a 88 por los buenos resultados", dice Pamela Acevedo, asistente social del Senama.

Fanny Muñoz (66) es una de las profesoras. "Después de jubilar, me metí al programa. Con el primer niño que me asignaron me fue mal. Su familia no tenía interés, lo que me dolió mucho, porque quizás en qué anda (él) ahora. Pero con el segundo niño todo ha estado mejor. Para mí es como un nieto. No importa si llueve, igual le voy a enseñar a su casa. Ha subido su promedio y yo me he puesto al día en algunas materias, para enseñarle mejor".

Para Daura Pacheco (63), traductora de inglés-español, el programa se transformó en todo un desafío. "Primero le hacía clases y enseñaba inglés al niño de la casa, pero después toda su familia quería aprender".

Pero este tipo de programas son los menos. Por eso, suele pasar que cuando un profesional retirado quiere ser voluntario, se integra a organizaciones donde no siempre hace lo que mejor sabe. De ahí que surgen personas que buscan su propio espacio para ayudar, como Celia Ahumada: "Empecé a hacer charlas de enfermería sin cobrar en clubes de adultos mayores y colegios. Iba a casas cuando me lo pedían. Y ahora estoy en un programa en la Municipalidad de San Felipe, que invita a profesionales jubilados a ayudar a la comunidad. Pero no he dejado de ayudar por mi cuenta".

Una historia parecida es la de Eduardo Greene (66). Para no desaprovechar sus conocimientos de contador, al jubilar se integró a la Fundación Soles, donde asesora proyectos y ordena las cuentas. "Son pocos los lugares donde podía ayudar haciendo lo que sé. En la fundación soy como uno más del equipo, y mis sugerencias son escuchadas. Eso motiva a entregar un servicio de calidad".