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La seguridad económica de los adultos mayores en América Latina

Sábado, 14 de Febrero de 2004
Artículos, experiencias, actividades

Trabajo elaborado en oportunidad del Foro Mundial o­nG sobre Envejecimiento. Madrid, 5-9 abril 2002.

(Publicado por la RLG el 19-6-2002)

ERNESTO PADILLA NIETO. (México)

Parafraseando a un destacado politólogo mexicano, no es aventurado afirmar que en este nuevo milenio el escepticismo es inevitable. Para agravarlo se encuentran los pronunciamientos de importantes líderes reunidos en la Cumbre de Monterrey, no obstante que esta reunión constituye un acontecimiento de primer orden.

Parece ya un lugar común decir que de los poco más de 6 mil millones de seres humanos que habitamos en el planeta tierra, uno de cada tres, es decir 2 mil millones, vive en situación de pobreza, obteniendo menos de dos dólares al día y alrededor de la mitad de ese grupo, aproximadamente mil millones, viven en situación de pobreza extrema, obteniendo menos de un dólar al día. En este último grupo, aunque también una parte importante del primero, se encuentran los así llamados eufemísticamente adultos mayores.

La pobreza, según las investigaciones realizadas por diversos especialistas, tiene diferentes significados e implicaciones. Empero, en lo que la mayoría de estudiosos parece coincidir es que la pobreza significa, entre otras cosas, discriminación, marginación y exclusión, al mismo tiempo que explotación, expropiación de capacidades y sujeción a condiciones practicadas por quienes no son precisamente pobres sobre los que si son pobres (en un marco, por cierto, de condiciones no consultadas ni acordadas con los pobres).

Para referirse a la pobreza en general se han desarrollado variadas ideas, sostenido diferentes posturas, algunas de ellas un poco dicotómicas, construido numerosas caracterizaciones y arribado a diversas síntesis. Por ahora no nos ocuparemos del abanico de significaciones propuestas, provenientes en gran medida del mundo de la academia, aunque también del ámbito de la política, porque ello no forma parte de los propósitos del presente trabajo. Baste simplemente con señalar que la idea de la cual partimos cuando nos referimos a una persona, grupo familiar o grupo social pobre, se refiere al o los que carecen de lo necesario para sobrevivir y para superarse; al o los que viven en una situación de marginación, por un lado, y de explotación, por el otro, por parte de los demás; al o los que experimentan dificultad o incapacidad de autovalía para sí mismos y para los suyos.

Pero entonces, al partir de esta idea básica, sustentada básicamente en un estudio realizado por Luis Leñero, cuesta trabajo suponer que los pobres constituyen una categoría abstracta e impersonal, en todo caso, al hacer referencia al concepto de los pobres necesitamos trasladar la reflexión no tanto al estudio de éstos en general sino, mejor, hacia la ubicación de los distintos tipos pobres atendiendo a una serie de categorías que nos permita comprender tanto la naturaleza como las implicaciones de la propia pobreza y, consecuentemente, las medidas o propuestas que han de coadyuvar para asegurar el bienestar integral de los ancianos y las ancianas pobres y dentro de dicho bienestar se encuentra, indudablemente, su seguridad económica.

Iniciemos con la categoría ubicación geosocial, entendiendo por ella al ámbito geográfico y al hábitat en el que se asientan los pobres. Por países, existe una clara diferencia entre los denominados países ricos y los pobres (el norte y el sur, los desarrollados y los que están en desarrollo), y aún dentro de ellos hay que destacar las enormes diferencias en términos de zonas, regiones e incluso entidades federativas. La pobreza geosocial, según Leñero, depende ciertamente de las condiciones naturales desiguales entre las regiones, pero estas mismas condiciones son afectadas por la acción estructural y los intereses de los países poderosos o de las zonas de alta concentración y absorción de la riqueza. Esta riqueza ha sido, en buena parte, extraída de las zonas que se encuentran ahora deprimidas y marginadas de los beneficios del desarrollo.

Detengámonos ahora en la categoría condiciones socioeconómicas de existencia, cuyos principales componentes son todos aquellos que dan cuenta de los niveles o estándares de vida y de la participación tanto como de los beneficios económicos del sujeto. El primer indicador de referencia corresponde a lo que los especialistas denominan necesidades básicas: el panorama, como bien sabemos, es altamente contrastante porque mientras por un lado encontramos a un grupo de la población con amplio poder adquisitivo para satisfacer sus requerimientos básicos, del otro lado tenemos frente a nosotros una mayoría de personas con elevados índices e insatisfacción de sus necesidades básicas. El segundo indicador de referencia tiene que ver con la relación ingresos y gastos per cápita y familiares: el panorama es igual de contrastante, amplios sectores de la población se encuentran en desigualdad respecto de una minoría concentradora del ingreso. El tercer indicador de referencia corresponde a la participación en el sistema productivo que para los fines del análisis en cuestión se requiere considerar, entre otras cosas, los índices de dependencia que guarda la denominada población inactiva de la económicamente activa; la ocupación en el sector formal y en el llamado no formal; el desempleo, el subempleo; la cobertura en materia de seguridad social; los grados de calificación de la fuerza laboral, entre otros. Los pobres, por supuesto, son quienes registran las menores tasas de participación pero además, en un mundo cada vez más globalizado, monetarizado, industrializado, regido por el mercado, las alternativas de participación se reducen sustancialmente.

La siguiente categoría del análisis apunta hacia la revisión de las condiciones biopsicosociales de los pobres. En este sentido, es particularmente importante considerar las diversas manifestaciones negativas que atentan contra el desarrollo integral de las personas, entre las que se encuentran las tasas de mortalidad, la esperanza de vida desigual, los niveles de atención médica diferenciada, las incipientes condiciones de sanidad ambiental y de prevención epidemiológica, los niveles insatisfactorios de alimentación, mismos que, cuando no se obtienen y atienden integralmente favorecen el deterioro de la existencia humana, la disminución de las capacidades básicas y, con ello, el desarrollo de cuadros de disfunción humana.

Una categoría más tiene que ver con la escolaridad alcanzada por los pobres. Las todavía altas tasas de analfabetismo real y funcional, asociadas con los elevados índices de personas sin educación básica, forman parte de la condición de marginación en el mundo actual y vuelven prácticamente imposible una movilidad ascendente significativa en los contextos nacional, regional y mundial.

La nula, escasa o baja sociabilidad es otra de las categorías que se ve afectada en los pobres. En la lucha recurrente y tenaz que llevan a cabo éstos para sobrevivir puede advertirse una postura típicamente receptiva y pasiva; aunado a ello, se registran modalidades de participación social cuyas principales expresiones suelen ser para obtener algún beneficio inmediato, condicionada por quienes les invitan a participar, así como violenta y conflictiva; asimismo, es posible encontrar tendencias asociativas para apoyarse unos a otros.

En términos de género, como bien se sabe, desde tiempos milenarios la sociedad ha construido las bases en las que se asignan atribuciones, pautas de conducta, papeles reguladores de las relaciones humanas y grupales, patrones afectivos, distribución de tareas y vocaciones humanas desde una perspectiva en la cual se asigna al hombre y la mujer tareas a realizar pero de manera desigual. Es así como, por ejemplo, cuando una mujer pobre pretende superarse encuentra en lo personal y lo social una doble barrera, así también cuando el anciano se encuentra solo y en pobreza, resulta doblemente pobre que el resto de los pobres preocupados por sobrevivir.

Finalmente, existe otra clase de dimensiones implicadas en la pobreza, relativas a cuestiones de índole moral, psicológico y cultural, como la baja autoestima, los sentimientos de culpa, la depresión, la pérdida de confianza, el miedo, entre otros, asociados a diversos factores y vinculados con elementos sociales, cuyas implicaciones en términos de la dignidad humana tienen un elevado costo, mismos que omitimos en esta ocasión, pero que requieren tomarse en cuenta al realizar el análisis sobre los tipos de pobres.

Como puede apreciarse, en esta serie de rasgos paratipológicos de los pobres se apuntan elementos de las personas y de sectores sociales que no son afectados con el mismo grado de limitación, en razón de lo cual, al aludir a las medidas, programas, acciones específicas que se requieren para favorecer o pugnar porque los ancianos pobres dispongan de un mínimo de seguridad económica, es importante dirigir la atención hacia su circunstancia ambiental, a las mediaciones intermedias, al tipo de ancianos pobres que se pretende beneficiar, así como a los recursos que estos disponen para superar la condición de pobreza.