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El aumento de ingesta de agua en ancianos no es nocivo

Martes, 25 de Abril de 2006
Recortes de prensa


Obligar a las personas mayores a tomar agua es una tarea difícil, pues al no tener la costumbre no echan de menos beber. Por otro lado, existe la creencia errónea de que el agua puede ser perjudicial para ellos al predisponer a ciertos cuadros clínicos como hipertensión, hiponatremia o Insuficiencia Cardiaca. Un estudio realizado sobre 141 personas mayores consistente en el aporte de 1’5 litros extras de agua diarios, demostró que esos supuestos efectos tóxicos no se producían.

Websalud
Jorge Manzarbeitia
09.04.2006

El metabolismo hidrosalino del anciano normal se caracteriza por su dificultad de afrontar situaciones de exceso o defecto. Por ejemplo, cuando ingieren un exceso de agua es fácil que su sangre se diluya, lo que técnicamente se conoce como hemodilución, desarrollando alteraciones en el sodio, función renal, congestión pulmonar y sensación subjetiva de bien estar.

Igualmente en circunstancias de defecto, es decir si se restringe la ingesta de agua, el riñón de los ancianos no suele ahorrar agua. Esta tendencia a la deshidratación incita al estímulo de consumo de agua aunque un miedo, en ocasiones irracional a los fenómenos de sobrecarga de agua, como pueda ser la insuficiencia cardiaca, limitan la ingesta.

Un estudio holandés, recientemente publicado, se ha propuesto aclarar este punto. 141 ancianos sanos recibieron una suplementación diaria de su dieta con 1’5 litros de agua. Otro grupo similar se utilizó como control. Se midieron diferentes parámetros a los seis meses, entre los que destacaban el sodio, la función renal, tensión arterial y calidad de vida.

Los científicos no encontraron ninguna alteración comparando ambos grupos, el que tomaba más agua y el control. Esta afirmación puede parecer intranscendente pero no lo es ya que los ancianos, en especial los que viven en países cálidos, tienen propensión a deshidratarse en los meses de verano o ante enfermedades agudas intercurrentes.

Acostumbrar a los ancianos a beber líquidos es una política preventiva frente a la deshidratación que a priori puede resultar enormemente eficaz.