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La vida, larga y bella

Sábado, 08 de Octubre de 2005
Envejecimiento y vejez


En los últimos 100 años, la expectativa de vida creció más que en dos milenios. Hoy, el temor a la vejez está dando paso a una plena "edad adulta". ¿Estamos preparados para una longevidad saludable?

LA NACION LINE Edición Impresa
REVISTA
Domingo 2 de octubre de 2005.


La doctora entra en la habitación a tomarle la presión. La sorprende encontrar a una mujer de 80 años con sonrisa de niña, peinada de peluquería y con un camisón paquetérrimo.

–Tuteame, nena, que si no me hacés sentir mayor –pide la paciente.

–Pero, ¡qué lindo camisón! –le dice la doctora mientras le acomoda el tensiómetro.

–¿Te gusta? Lo usé en mi noche de bodas.

–Ay, hubiera jurado que era nuevo.

–¡Pero si es nuevo! Mi noche de bodas fue hace dos semanas.

Podría ser parte del guión de la película Elsa & Fred, que protagoniza la argentina China Zorrilla (ver recuadro), pero es un pedacito de la vida real, donde una cantidad nunca antes vista de personas se prepara para alargar su vida hasta edades impensadas, con una jovialidad y lucidez que en otras épocas sólo eran imaginables en la ciencia ficción.

Habrá que actualizar el lenguaje. El que diga "viejo" atrasa. Ahora se habla de longevos saludables, adultos mayores que llegan a los 80 con la mente ágil y el espíritu joven de Elsa, o de China Zorrilla. El cine lo pinta con candor; las investigaciones lo confirman con rigor. En el reciente Festival de Ciencias de la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia, el profesor Ian Robertson, decano de Investigación en Neurociencias del Trinity College, desató el murmullo mundial cuando afirmó que "la nueva edad adulta oscila entre los 50 y los 80 años, antes de que se instale la vejez propiamente dicha". El XVIII Congreso Mundial de Gerontología, realizado en junio pasado en Río de Janeiro, también aportó noticias: el principal determinante de un envejecimiento exitoso no es un punto fijo, sino el curso de la vida.

Fue la gran revolución del siglo pasado: el estallido de la longevidad. En los últimos cien años, la expectativa de vida creció más que en dos milenios (en la antigua Roma, el promedio era de 20 años; hoy, ronda los 75). En los países desarrollados, la población más anciana sobrepasó al número de niños. Aunque el peso ya se empieza a percibir, el mayor impacto se sentirá con toda la furia en los próximos 50 años, cuando los jóvenes y adultos que ahora leen esta nota sean personas mayores. Hoy, una de cada diez personas tiene más de 60 años. Para 2050, lo será una de cada cinco, según las cifras de las Naciones Unidas, y habrá dos personas mayores por cada menor de 14 años. En el mundo en desarrollo, se espera que la población de 60 años o más aumente en una proporción del 8% en 2005 y hasta cerca del 20% en 2050.

La explosión de este grupo es más tema de debate que de acción. Hace dos años, al tiempo que declaraban el 1° de octubre Día Internacional del Adulto Mayor, las Naciones Unidas advertía que la inclusión de todas estas personas en la agenda mundial –subrayando la palabra "todas"– es crucial para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Pero días atrás, un Comité de Organizaciones de la Sociedad Civil sobre Envejecimiento protestó ante las Naciones Unidas porque en la Asamblea General de 2005 no figuraba el tema del envejecimiento.

Ya lo dijo Umberto Eco –quien de chico creía que no era justo vivir más de sesenta años con achaques, baboso y demente, en un asilo para ancianos pobres– en una columna recientemente publicada en esta revista: "El mayor progreso de la humanidad se ha dado más en el campo de la vida que en el de la informática. Las computadoras eran prenunciadas por la calculadora de Pascal, que murió a los 39 años... y ya era una edad avanzada". A los 73 años, Eco llama la atención sobre un debate pendiente: "Seguimos pensando en cómo vivir en una época en la que la ciencia da pasos de gigante y nos preguntamos dónde irá a acabar la globalización, pero con menos frecuencia reflexionamos sobre el mayor desarrollo alcanzado por la humanidad [...], que es la prolongación de la expectativa de vida".

Las buenas noticias

Los gerontólogos dicen que estamos programados para vivir entre 100 y 120 años. Y que el punto de inflexión gerontológica –cuando puede anticiparse la vejez, acortando el envejecimiento y extendiendo la expectativa de vida saludable– está alrededor de los cincuenta años. Es en ese momento cuando se empieza a definir el tipo de adulto mayor que seremos. En el Congreso Mundial de Gerontología de Río de Janeiro los especialistas se centraron en el envejecimiento activo en el siglo XXI, y concluyeron que para lograrlo se necesita casi toda la vida.

"El principal determinante de un envejecimiento exitoso es el curso de la vida. En una persona de 88 años, saludable y activa, el mérito no está en los 88 años de ese momento, sino en el tiempo transcurrido hasta que llegó ahí. Paradójicamente, esto transforma la cuestión de envejecer en un ítem de jóvenes", explica el doctor Juan Hitzig, especialista en psicobiología del estrés y el envejecimiento. Envejecer, dice, es un proceso largo, natural y armonioso, vinculado con la salud y la autonomía, a diferencia de la vejez, que es corta, y se relaciona con la enfermedad y la dependencia. "Las enfermedades degenerativas (ateroesclerosis, artrosis, osteoporosis, cataratas) son, en realidad, precocidades del envejecimiento", sentencia Hitzig.

Tom Kirkwood, profesor de Biología Gerontológica de la Universidad de Manchester, escribió en el libro El fin del envejecimiento que elperíodo de incapacidad y mala salud disminuye a medida que se alarga la duración de la vida. Es decir que cuanto más longevos seamos, más en condiciones estaremos de ser sanos.

Emociones que alargan la vida

–Vos, lo que tenés no es miedo de morir. ¡Es miedo de vivir! –le dice Elsa a Fred.

Ella es vital, tiene sueños y un sentido del humor a prueba de balas; disfruta de los placeres.

En el último tiempo, el doctor Hitzig estudió a cincuenta longevos saludables, de espíritu joven, como Elsa. Quería saber cuáles eran los factores biológicos en común. "Descubrí que lo que los unía no eran enfermedades o patrones biológicos, sino actitudes y conductas que hicieron de ellos lo que son. Tienen una forma de manejar sus emociones, y éstas tienen que ver con lo biológico, lo psiconeuroinmunohormonal. Los longevos saludables tienen una forma de pensar y actuar que modela su biología. El cuerpo material es, finalmente, la expresión de la energía del cuerpo espiritual", grafica Hitzig. Por estos días, inspirado en esos longevos, escribe un libro sobre las emociones que nos constituyen. Cree que hay mucho que aprender de los longevos saludables. Dice que gracias al buen manejo del estrés emocional, han balanceado sus hormonas de manera que las inmunoactivas han actuado más que las inmunodepresoras. "Cada pensamiento genera una emoción y ésta moviliza un circuito hormonal que impacta sobre los cinco trillones de células que forman un organismo. Resignación, resentimiento, bronca e insatisfacción son respuestas que promueven el cortisol, una hormona corrosiva. La aceptación, en cambio, produce serenidad y ésta promueve secreciones serotonínicas que retardan los efectos del envejecimiento."

Toda la información descripta es un arma de doble filo. El estallido de la longevidad puede ser una gran noticia o una epidemia, si los gobiernos no hacen algo a tiempo. "El hemisferio norte primero se hizo rico y después se hizo longevo. El Sur primero se hizo pobre y después, longevo", señala Hitzig. En nuestro país, la expectativa de vida al nacer es de 74 años, pero la expectativa de vida saludable es de 68. Los números hablan de una realidad que nadie puede dejar de ver: miles de mayores expulsados del sistema, ancianos en hogares estatales por falta de recursos, no por falta de salud. La otra gran amenaza no distingue estratos ni países: la epidemia de enfermedades cardiovasculares ligadas al estilo de vida.

El tema habrá que pensarlo también desde los jóvenes. Un curioso afiche de la nueva campaña de la marca de ropa Key Biscayne (que han usado rockeros como Charly García) llama la atención en ese sentido: está protagonizado por un hombre y una mujer de 75 años, Shanti y Roberto, que no son modelos y han practicado yoga durante años. Nicolás Cuño, que junto con Martín Lief es dueño de la firma, explica a la Revista que "una marca de ropa joven elige modelos mayores de 60 porque ésa es la gente que tiene experiencia, de la que podemos aprender. Y el yoga es un estado de unión, una forma de vivir con amor, que también permite conectarse con los otros". Cuño hizo un casting por la calle y los centros de yoga, hasta que los encontró: "Ellos tienen paz interior. Abrazan y besan siempre. Eso es bueno para transmitir".

Desde la medicina, la filosofía y hasta el marketing, sobran las propuestas para alcanzar una longevidad saludable. Para la humanidad, éste es hoy uno de sus grandes desafíos. Volviendo a Eco, quizá lo que falte sea elegir en qué ponemos el foco: "Creo que la suma que gastamos en investigaciones gerontológicas y en medicina preventiva es infinitamente menor que la que gastamos en tecnología bélica e informática, por no decir que sabemos cómo destruir una ciudad y cómo transportar información a bajo costo –afirma el semiólogo–, pero todavía no tenemos idea precisa de cómo conciliar el bienestar colectivo, el porvenir de los jóvenes, la superpoblación del globo y la prolongación de la vida".

Jacobo Zaslavsky (83)

Escuchar el corazón, indagar en el silencio

El se define como "librepensador, poeta y escritor". A Jacobo Zaslavsky no siempre le sonrió la vida y, sin embargo, ahí está, a sus 83 años, convencido de que "en general, el hombre no escucha su corazón y por eso no percibe lo bello de la vida. Al no percibirlo, comienza a desear la distracción porque encuentra un vacío, y así comienza su desgaste". Lo contrario, dice el poeta, es poder percibir el ahora: "No sólo el instante, sino la marcha de todos los instantes del eterno ahora".

Una suerte de metodología resulta indispensable para tan fina tarea: dar espacio, en la vorágine cotidiana, a "la quietud mental". Para Zaslavsky, "es un estado de indagación, de percibir, de escuchar. Un estado de total libertad psicológica. Habiendo indagado, la mente descansa, se renueva e irradia belleza, amor e inteligencia".

Zaslavsky tiene siempre una sonrisa a mano. Vive con su mujer, y no se despega de su vieja máquina de escribir, donde en algunas páginas se lee algo que podría parecerse a una buena fórmula para la felicidad: "Caminar despreocupadamente en alguna playa / estar abierto, sin recuerdos, / percibiendo lo nuevo como nuevo".

Lydia Lamaison (91)

Amar lo que uno hace

E l año pasado, brilló en El libro de Ruth, la obra teatral de Mario Diament; ahora, su entusiasmo está puesto en los ensayos de la reposición de Parecen ángeles, de Jorge Medina. A los 91 años, además, Lydia Lamaison espera volver pronto a la TV. No ha parado de trabajar como actriz desde 1938. Sí, sin interrupción desde hace 67 años.

"El único secreto es mantenerse activa, porque así se mantiene activa la mente y sano el cuerpo –dice la actriz de ojos claros–. Yo amo actuar, para mí es un placer, no un trabajo. Hay que amar la vida. El que le encuentra un sentido encuentra también la forma de mantenerse bien."

El concepto incluye una mirada sobre la vivencia de los días que corren: "Yo no pienso en el pasado. Vivo y disfruto el presente. Como decía Rilke, a los recuerdos no hay que amontonarlos sino seleccionar los mejores".

"Me adapto a los jóvenes, y no al revés –focaliza–. Por mi trabajo tengo la suerte de conocer mucha gente joven e interesante. También hay que adaptarse a los tiempos. Yo no le tengo miedo a la tecnología, y tomo lo que me sirve. ¿El celular? Sí, es un buen ejemplo."

Mario Podesta (81)

No quedarse en pantuflas; no atarse al pasado

Celebró los 80 por partida doble. Mientras festejaba su octava década sobre el planeta, Mario Alberto Podestá presentó en sociedad su primer libro de relatos: Cuentos nacidos de mujer. Desde joven es dramaturgo, dictó talleres de teatro y ocupó cargos relacionados con la cultura.

Pasa largas horas al escritorio de su casa de Castelar. Envía textos por e-mail a la imprenta. Desde hace 12 años, es director y editor de la revista bimestral Artes y Letras, que resume la movida cultural de la zona oeste del Gran Buenos Aires.

Antes era viajante de una compañía de pinturas, y de eso vivía mientras se hacía tiempo para sus textos. Casado, con tres hijos y ocho nietos, dice que "lo que más envejece es quedarse en pantuflas y atarse al pasado. Si me quedo fuera de la actividad, me muero".

Desayuna todos los días con dos diarios. "Estar activo es conectarse con lo que pasa en el país y en el mundo." Hasta hace poco nadaba todos los días. Ahora, cada noche, practica pesas y pedalea en la bicicleta fija. No toma remedios. Dice que sólo la vista le aflojó un poco. Y que a la hora de comer y beber no se priva: "De todo con moderación", es la fórmula. Con su mujer, adoran escaparse una semana de viaje. Ambos están seguros de que, con los años, "se aprende a vivir intensamente todo lo que se pueda".

Stella Feigin (82)

Ejemplo de fortaleza

S tella Knyszynska de Feigin tiene una frase que ha sido una muletilla: "¡Coraje, Stella, vamos!", dice en voz alta, como repitió en las situaciones más dramáticas. Es un ejemplo de fortaleza. Y de cómo las cosas que pasan no producen por sí mismas un impacto: es la persona la que las decodifica, las acepta o anuda las venas del corazón. Polaca, sobreviviente del Holocausto, salvó su vida en más de una oportunidad, se casó con otro sobreviviente y juntos vinieron a la Argentina a empezar de cero. Viuda desde hace 16 años, vive sola. Tuvo dos hijos, Felisa y Simón. Hace unos años falleció Felisa y eso la entristece. Pero dice: "No hay que bajar los brazos. Siempre fui de darle para adelante. Yo voy, vengo, salgo, miro alrededor y me digo: «Mirá que sos corajuda»".

Recorrió el mundo. Recuerda cada evento con memoria prodigiosa: día, año y mes. Habla cinco idiomas y toma clases de francés "para no perder fluidez". Tiene amigas en Nueva York, Los Angeles y Australia. "Gracias a las tarjetas telefónicas baratas, hablamos mucho", dice. Cuando se mira al espejo, le parece increíble tener 82 años: "Me siento joven, buena onda, no soy hincha, no repito veinte veces lo mismo, no hablo de enfermedad. Si estoy mal, me quedo en casa. Creo que no hay problemas pavos: las pavadas no son problemas". Opina que es una mujer "one, two, three, siempre lista". Va a la acción. Le gusta escuchar. Y hace planes: en estos días, se va a anotar en unas clases de yoga.

China Zorrilla (83)

Cambiar de gustos

Soy una vieja atípica, lo sé", dice China Zorrilla a su manera, en ese equilibrado tono que va desde el humor a la acidez. "Tengo 83 años y vivo en un mundo que hace todo para que la gente parezca más joven; todo está pensado para los jóvenes, la música, la televisión, el cine."

–¿Usted cree que vivimos en una sociedad en la que no está permitido ser "viejo"?

–Es como si alguien dijera que hay que esconderlos, como si no te perdonaran las marcas de la vida. Tengo una definición para la vejez.

–¿Cuál es?

–Envejecer es nada más que cambiar de gustos.

Está convencida de que la vejez es distinta para cada uno y que hay que respetar los tiempos y las vivencias de cada uno. "Tengo amigas de mi misma edad o menores que prefieren quedarse en casa, tranquilas, tomando té, porque necesitan sentirse cómodas –explica–. Mi caso es especial, porque mi trabajo me enriquece. No soy un ejemplo de nada, por eso digo que soy atípica. ¿A cuánta gente de mi edad llaman para hacer un protagónico en cine, o encarnar a una mujer asesina en la televisión? Amo mi profesión, necesito de ella para vivir, en todo su sentido."

Nació con el nombre de Concepción Zorrilla de San Martín, en Uruguay, y en su carrera como actriz ha hecho de todo, hasta protagonizar una historia de amor entre dos octogenarios, Elsa & Fred. "Se ha generado un boca en boca muy interesante con la película –dice rápidamente–; es maravilloso porque no sólo se acerca a verla gente mayor, sino jóvenes que parecen descubrir que nosotros, los viejos, aún sentimos, vivimos y también amamos. Y que podemos ser embusteros, como Elsa, que se quita años. No somos descartables."

Anni (83) y Egon (88)

El poder del amor

Cuando Anni May dice que tiene 83, nadie le cree. A medida que habla, el rostro luminoso y el aura elegante compiten con la juventud de sus palabras. Su pareja, Egon, de 88, no se queda atrás. Se conocieron jugando bridge y a los pocos meses vivían juntos, mientras sus hijos preguntaban: "¿Por qué tan rápido?".

Madre, abuela, bisabuela, Anni se separó de su primer marido. Tuvo que salir adelante con sus dos hijos. Transformó su garaje en taller de costura. Pronto tenía 30 costureras. "Aun en el fondo del pozo, se puede ver la luz por encima de uno", dice. Más tarde estuvo en pareja con otro señor, hasta que él falleció. En uno de los clubes de bridge, hace 12 años, conoció a Egon, que era viudo. "Los jóvenes creen que no, pero se puede estar muy enamorado a los 80", dice Anni, que tuvo con Egon su viaje de bodas por Venecia, góndola incluida.

Sus nietos le pidieron que escribiera sus memorias. Y en ellas aparecen consejos: "Lo más importante es el sentido del humor. La plata en viajes es la mejor invertida; te abre la cabeza", dicen algunas de sus máximas. Acaba de terminar de escribir un diario con todos sus viajes por el mundo, "y eso que recién empecé a viajar a los 44 años", acota riendo.

Anni y Egon cenan liviano: sopa y fruta. Suben las escaleras 10 veces por día. Planean un torneo de bridge en el Llao Llao, un descanso en Punta del Este, una comida con amigos. "Lo que aconsejaría a todo el mundo para mantenerse joven es jugar al bridge", sugiere Anni. Egon asiente: "Recordar 52 cartas en la cabeza es fabuloso para la mente". Habrá que creerles. 

Por María Eugenia Ludueña


Jubilarse, ¿y después?

Por Silvia Stang

Con 60 o 65 velitas en la torta de cumpleaños –según se trate de una mujer o de un hombre–, en la Argentina una persona está en edad de jubilarse. Hay dos excepciones. Una está contemplada en un régimen temporal, justificado en la crisis del mercado de trabajo, que permite comenzar a cobrar los haberes hasta 5 años antes de la edad legal, si se está desempleado y se cumplen ciertas condiciones. La otra excepción es al revés: cuando alguien tiene la edad pero no llega a 30 años de aportes, debe esperar más.

El aumento de la expectativa de vida provocó que en muchos países se discutieran proyectos para elevar la edad de jubilación. Sobre todo en los países europeos, la situación se agrava por el envejecimiento poblacional, que hace que, en sistemas de reparto, menos activos deban sostener con sus aportes a los pasivos. Disponer un retiro más tardío entra en conflicto con los problemas de los mercados laborales que, en países como el nuestro, muestran sus efectos más fuertes en la población más joven, que espera para su inserción.

Los problemas de financiamiento de las jubilaciones por el envejecimiento poblacional no tienen mayor incidencia, de todas formas, en sistemas de capitalización como el que existe en nuestro país –en convivencia con el régimen de reparto–, al que adhieren alrededor de 8 de cada 10 aportantes. En este caso, se tiene en cuenta lo que cada persona ahorró mientras trabajaba –que queda acumulado en una cuenta que administra una AFJP–, y el ingreso mensual es una renta vitalicia que se nutre de aquellos ahorros. Si aumenta la esperanza de vida, habrá una disminución del monto de ese cobro, con lo cual el sistema se ajusta de forma automática, según señala Rafael Rofman, del Departamento de Desarrollo Humano del Banco Mundial.

Con más años de vida activa –que la persona puede sumar si su empleador no la obliga al retiro-, se acumula más dinero y se acorta la etapa pasiva. Así, los haberes crecerán.

Por lo pronto, tras la reforma que en 1994 creó la capitalización y tras la devaluación y la recuperación económica, hoy la discusión por la edad del retiro parece acallada. Pero en la práctica quedan las llagas de la desocupación y la informalidad: a falta de aportes, muchos mayores tendrán problemas para jubilarse a los 60 o a los 65. O tendrán que resignarse a una vejez sin ingresos. Según la Secretaría de Seguridad Social, mientras que hoy la tasa de exclusión es del 30%, en 10 años la mitad de quienes tengan la edad requerida no estará en condiciones de acceder cada mes a sus haberes.

La autora es periodista de la sección Economía.

Madurar

Por Mario Mactas

Es más largo el poema –lo escribió un irlandés, dejemos eso: hay muchos poetas en Irlanda–, pero los cuatro versos te lo dicen clarito. Pero, ojo: no se trata del sobado valor de la experiencia, sino de un nuevo volcán, uno de los renacimientos cíclicos que a veces creemos notar sin saber las razones.

El hombre –y al decir el hombre se dice la mujer– de unos sesenta, más o menos, habita, hoy, una franja potente. Por haberlas vivido, las ve venir. Lo que fue desasosiego y miedo puede ser viento a favor una vez procesado y decantado. El cuerpo aguanta como los buenos barcos las tormentas –las de la necesidad de competir, las del amor, que se dan en la cama y en el discurso, las generacionales–, y la mente, veloz por el ejercicio constante, hace que su época sea siempre la presente.

Los que están allí creen que la nostalgia es un error. Los que están allí se niegan a cargar con paraísos perdidos. Los que están allí saben mandar sin ofender, seducir sin asediar, tener un plan estratégico para cada jornada libre de la tiranía de la satisfacción inmediata. Pueden perder, porque es tan glorioso como ganar (recordemos a Whitman en este punto), pero, si empiezan a correr, van por el triunfo. Saben ganar sin pisar cabezas en el camino, no por alguna clase de principio –que un poco sí: también–, sino porque no les hace falta: tienen una musculosa seguridad.

Están en forma.

Los pensadores de la filosofía para empresas –una invención americana, como la ciencia ficción, como la autoayuda– advierten que, para la perpetua reinvención que necesita el éxito, hay que tener cerca a los samuráis curtidos. Si no, no se puede.

¿Para qué hablar del arte, sin fecha de vencimiento? ¿Para qué hablar de la creación, en todos los órdenes?

Cuando en febrero lleguen los Rolling Stones, la sangre y el espíritu de gente despareja en edad se llenarán de nuevas certezas: el cielo es el límite, y nunca es tarde.

Ya lo verán.

Para una longevidad sana

El envejecimiento es un proceso natural, pero se puede influir sobre su ritmo a lo largo de la vida. Estas son algunas de las recomendaciones de la medicina moderna para vivir más y mejores años.

- "Come sólo hasta que estés lleno al 80%", es un dicho popular en Okinawa. Esta isla japonesa ostenta la mayor esperanza de vida mundial: un gran porcentaje de la población vive 100 años o más. Algunos científicos atribuyen su longevidad a una alimentación saludable, combinada con ejercicio y bajo nivel de estrés, además de un compromiso de la comunidad para garantizar la calidad de vida de sus ancianos.

- Reducir los carbohidratos simples: azúcar, harinas y productos de panadería o pastelería. Aumentar el consumo de cereales, frutas y verduras, y mantener un buen aporte de proteínas.

- Efectuar un chequeo cronobiológico que evalúe la salud, controle los factores de riesgo, mida la biología de la emoción y pronostique el ritmo del envejecimiento.

- Mantenerse en movimiento: si no es posible otra cosa, realizar cuatro caminatas semanales de 40 minutos, a paso firme y sostenido.

- Aprender técnicas para manejar el estrés emocional, como meditación o yoga.

- Estar abierto al cambio; no tener actitudes rutinarias.

- Sociabilizar; no mantenerse aislado.

- Estar predispuesto al desarrollo personal. "No sirve quedarse con la psicología de unos veinte años atrás. Cuando la biología progresa y el desarrollo personal se detiene, se produce un desgarro que acelera la vejez", advierte el doctor Juan Hitzig, miembro de la Academy of Antiaging Medicine.


Publicado en: http://www.lanacion.com.ar/edicionimpresa/suplementos/revista/Nota.asp?nota_id=743036