La curva de contagios y fallecidos sigue expandiéndose y se espera que Junio sea un mes crítico para el sistema de salud. Uno de los principales grupos etarios de riesgo y que ha concentrado la preocupación pública ha sido la tercera edad. Más allá de su salud y condición física, hay poca atención sobre sus sentimientos, opiniones y cambios en su diario vivir, sumiendo a muchos(as) adultos(as) mayores en una mayor soledad de la habitual. No son niños(as) pero se les suele cuidar y tratar como tales por sus enfermedades o malestares en el cuerpo, pero son sujetos con los mismos derechos y oportunidades de expresarse que los(as) demás. Daniela Thumala y Paulina Osorio, académica de Psicología y Antropología respectivamente, problematizan el tratamiento que están teniendo los(as) ancianos(as) en esta crisis sociosanitaria.
El día 03 de marzo se reportó el primer caso oficial de Coronavirus en el país, desde entonces la curva de contagios y muertes ha aumentado, generando especial preocupación por la población de adultos sobre 60 años al ser considerada un grupo de riesgo, pues la mayoría de quienes han fallecido con Covid-19 son adultos mayores con alguna enfermedad de base.
Durante este periodo, muchos(as) ancianos(as) han debido permanecer distanciados(as) de sus familiares, recibiendo únicamente los cuidados de los(as) cuidadores(as) en el caso de quienes residen en hogares especializados, mientras que otros(as) han debido permanecer apartados(as) con escaso contacto con sus seres queridos.
La soledad ha afectado a muchas personas de diversas edades, así como el encierro para prevenir una mayor propagación de una enfermedad hasta ahora desconocida, altamente contagiosa y cuya vacuna o antídoto aún no es descubierto por los(as) científicos(as) a nivel mundial. Hijos(as), nietos(as) o cercanos(as) han multiplicado sus llamadas a adultos(as) mayores para saber cómo están, pero también para controlarlos(as) a distancia en sus movimientos cotidianos.
No cabe duda que son quienes más atenciones médicas requieren, ¿pero qué hay de sus emociones, percepciones y opiniones respecto de las consecuencias de la denominada mayor pandemia de este siglo? La sociedad poco se ha preocupado de ellos(as) en las dimensiones más políticas, sociales y culturales de la vida, y es que se les tiende a tratar como cuerpos frágiles, vulnerables y objetos meramente de cuidado.
Biologización de los organismos
Tanto para adultos(as) mayores como para el resto de la sociedad, un elemento transversal de preocupación que ha emanado de esta pandemia ha sido la incertidumbre. Psicológicamente, a los seres humanos les cuesta mucho lidiar con ella produciendo angustia, temor, irritabilidad o trastornos de sueño, entre otros sentimientos y malestares, todo esto sumado al exceso de información a través de los medios sobre la expansión mundial del virus; pero curiosamente los trayectos de vida están cruzados constantemente por la incertidumbre.
Parece un escenario aterrador para cualquiera, más aún para personas mayores físicamente vulnerables o, al menos, eso se suele creer. Sin embargo, no todas las personas mayores son iguales y lo que ha ocurrido con este grupo etario, más aún en este contexto, es que se ha tendido a igualar la fragilidad física con la fragilidad psicológica, “siendo que son dos caminos diferentes”, como señala Daniela Thumala, académica del Depto. de Psicología e investigadora del Centro de Gerociencia, Salud Mental y Metabolismo (GERO).
La vejez se ha “biologizado” de sobremanera, reduciéndola solamente a su dimensión somática siendo que los seres humanos no son solo biología, son también sistemas psíquicos y sociales, “y en esos ámbitos la fragilidad no es lo mismo que la fragilidad psíquica”, explica la psicóloga. De hecho, hay personas que pueden tener una tremenda fragilidad física, pero con una gran fortaleza psicológica por lo que no se puede igualar fragilidad física con fragilidad psicológica.
No son niños(as)
De ahí proviene un fenómeno muy extendido socialmente que es el de infantilización a la población mayor. Sin percatarlo, la infantilización es una forma de maltrato y se plasma cuando, por ejemplo, los(as) hijos(as) dan órdenes a sus padres y madres, los(as) controlan excesivamente o no consideran su opinión ni sus principales preocupaciones.
Al tratar a las personas mayores como niños(as), se les priva de su derecho a decidir de forma autónoma. Decidir, por ejemplo, sus formas de autocuidado en un contexto de pandemia. Paulina Osorio, académica del Depto. de Antropología, recalca que hay una estrecha línea entre la sobreprotección y la pérdida de autonomía en las decisiones. Al sobreproteger a las personas mayores, “lo que hacemos finalmente es decidir por ellas”.
No cabe duda que la familia directa y quienes les cuidan, efectivamente, les quieren cuidar y proteger; no obstante, esto lleva a que las propias personas mayores se convenzan de que son otros(as) quienes deben decidir y que ellas no son responsables de sus acciones de cuidado frente a un potencial contagio. Esto evidencia una pérdida de confianza para que las personas mayores puedan actuar responsablemente en su día a día, particularmente, en un contexto tan restringido como la actual crisis socio sanitaria.
La desesperanza e incertidumbre son sentimientos que afloran en un contexto de crisis sociosanitaria y de encierro, por lo mismo “debemos ser capaces de saber escuchar y respetar la emocionalidad de las personas mayores. El caso de las personas institucionalizadas en residencias para tercera edad, la co-residencia y, muchas veces, el hacinamiento, es un gran factor de riesgo, sumado a condiciones más crónicas de salud”, añade Paulina Osorio.
Al respecto, la antropóloga social piensa que la principal responsabilidad recae en las autoridades de salud y en el Servicio Nacional del Adulto Mayor (Senama), en cuanto a fiscalización y proveer la atención preventiva necesaria, de lo contrario, las cifras de mortalidad por Covid-19 aumentaran más rápidamente en la población mayor.
La soledad en pandemia
En nuestro país, según Paulina Osorio, los(as) adultos(as) mayores son principalmente personas activas y autovalentes, cuyas relaciones interpersonales y actividades cotidianas se realizan cara a cara, por lo que las cuarentenas obligatorias y el aislamiento físico no sólo significan formas de cuidado y preventivas para ellos(as), sino también de mayor soledad y aislamiento social.
La familia directa por lo general es la primera articulación con las redes de apoyo de las personas mayores. Si no hay hijos(as) o nietos(as), los(as) hermanos(as) y sobrinos(as) ocupan un rol importante. En algunos barrios, sectores más tradicionales o zonas rurales, la figura del vecino(a) o la “comadre o compadre” se tornan relevantes.
Hay que recordar que no todos(as) los(as) ancianos(as) son abuelos(as) y si lo son no es el único rol que los identifica, menos en la actualidad cuando cada vez nacen menos niños(as) y hay más gente mayor que decidió no tener familia. Daniela Thumala destaca que si hay algo que caracteriza la vejez es la diversidad más que en otras etapas de la vida, porque poseen historias y trayectos muy extensos que los van diferenciando.
Otro actor relevante en las redes de apoyo de estas personas son las instituciones locales y organizaciones territoriales. Algunas de estas siguen activas durante la pandemia como, por ejemplo, los servicios de atención de salud primaria; “si las personas mayores no pueden o no deben salir de sus casas, el servicio de salud debería realizar visitas domiciliarias a aquellas personas en situación de mayor riesgo y vulnerabilidad”, enfatiza Osorio.
No perder la comunicación es esencial. Salir de sus casas e interactuar forma parte de la cotidianidad de la mayoría de las personas mayores en Chile, por lo que, el contexto sociosanitario actual implica un doble riesgo: el de salud por contagio y el social por el aislamiento y romper con sus actividades y relaciones sociales fuera del hogar. “Llamar por teléfono, conversar, apoyar en resolver necesidades a distancia, instarlos a mantener una rutina y actividad dentro del hogar pueden ser acciones relevantes, sin imponer, sin presionar, en el marco del respeto y reconocimiento de las personas mayores como autónomas en la toma de sus decisiones”, describa Paulina Osorio.
Ahora más que nunca gracias a las nuevas tecnologías de la información y comunicación es más sencillo y accesible dialogar con los(as) seres queridos(as), gracias a ellas también es que el aislamiento se vuelve solamente físico y no social por lo que ha sido una mala y errada idea, según la psicóloga Daniela Thumala, plantearla mediáticamente en estos últimos términos.
Es importante tener un contacto regular y programado con las personas sobre todo mayores para mantener los vínculos sociales y afectivos. “Depende de nosotros hacer que esta situación sea solo física y lo menos social y emocional posible”, subraya. Todos(as) pueden hablar por teléfono si los adultos mayores no saben usar las nuevas tecnologías.
La voz de los(as) mayores
Desde mucho antes de la pandemia, para las académicas ha habido un maltrato estructural e institucional hacia la vejez, el cual se visibiliza y hace mucho más evidente en el actual escenario. La vulnerabilidad de las condiciones de vida en la vejez es una realidad que al igual que el virus, traspasa fronteras. “Lo hemos visto en las cifras de muertes y la trágica situación de las personas mayores institucionalizadas en países como España e Italia, y ahora en Chile”, relata Osorio.
A partir del modelo neoliberal, descarnadamente se han desarrollado vejeces pobres, precarias y marginales. El más claro ejemplo son los sistemas de pensiones como las AFPs y sistemas de salud con las Isapres en nuestro país. Las personas, ciudadanos(as) y trabajadores(as) cotizan y aportan al sistema gran parte de sus vidas, pese a ello este aporte no les da derecho a la seguridad económica y de salud durante la vejez. Sólo cuentan con algunos beneficios de porcentajes de descuentos o subsidios.
En circunstancias como estas debiéramos también prestar más atención a lo que opinan las personas mayores, es la invitación que hace Daniela Thumala. Debiéramos colocar el micrófono y escucharlos(as), pues sería muy interesante conocer sus impresiones respecto de cómo enfrentar esta situación de pandemia, más aún considerando que han sobrellevado variadas catástrofes, conflictos sociales y dificultades en sus trayectorias.
Pero generalmente no se hace, sino que se recurre a especialistas para que hablen de ellos(as), siendo que hay experiencias que son interesantes de descubrir. Por ejemplo, la docente relata que anteriormente le pidió a sus estudiantes de Psicología hacer trabajos con adultos mayores y se sorprendieron al escuchar sus historias, porque se encontraron con un mundo que además espera ser escuchado.
Los prejuicios hacia la vejez de que son frágiles físicamente, con un deteriorado estado de salud e ignoran cómo usar la tecnología “los tenemos en general como sociedad y, por tanto, también nosotros(as) envejeceremos con esos prejuicios; yo misma puedo restringir mi envejecimiento y tengo prejuicios respecto de lo que es envejecer, como una vez que una mujer me dijo que le iba a preguntar a sus hijos lo que debía hacer”, argumenta.
A diferencia de otras etapas de la vida, la vejez es absolutamente democrática: “No todos envejecemos en las mismas condiciones, pero si todos(as) envejecemos, a todos(as) nos va a tocar y llegar la vejez de mejor o peor manera”, plantea la también investigadora del Centro GERO. En el fondo, enfatiza la académica de Psicología, tenemos que pasar de mirar a los adultos mayores como objetos de cuidado a sujetos de derechos, sin importar si por su estado de salud deban usar pañales, padezcan una patología determinada o posean cuerpos fragilizados, siguen siendo adultos.
Fuente: FACSO Universidad de Chile - 03/06/2020
http://www.facso.uchile.cl/noticias/163996/vejez-en-la-pandemia-una-voz-necesaria-de-escuchar