Marco Stampini, Sean Rhee, Gillinda James y Pablo Ibarrarán.
El año pasado, por primera vez en la historia, las personas con 65 o más años superaron el número de niños menores de cinco años. Hoy, una de cada once personas, equivalente al 9% de la población mundial, tiene más de 65 años. En los próximos 30 años, este número aumentará a una de cada seis (16%). Y en Europa y Norteamérica la cifra será aún mayor: para 2050, una de cada cuatro personas será mayor de 65 años. Es más, las personas con 80 o más años se triplicarán y pasarán de los 143 millones, en 2019, a los 426 millones, en 2050.
El envejecimiento, un tema de género
Existe una brecha en la esperanza de vida: las mujeres viven más tiempo que los hombres, aunque no necesariamente en mejores condiciones. De hecho, las mujeres muchas veces se enfrentan a peores condiciones de salud y menor nivel de bienestar, dado que han experimentado menor estabilidad laboral, lo que se ha convertido en una menor cobertura pensional.
Una de las razones de esta inestabilidad laboral es la tarea del cuidado, que en buena parte del mundo recae mayoritariamente sobre las mujeres. Son ellas que apoyan a niños, personas con discapacidad y adultos mayores con dependencia. Con el envejecimiento de la población, aumenta la dependencia entre los adultos mayores, y con ella la carga del cuidado. La dependencia se define como la dificultad para realizar de manera independiente actividades básicas de la vida cotidiana como bañarse, alimentarse o moverse. Esta dependencia aumenta con la edad, especialmente a partir de los 80 años.
Si las tendencias se mantienen, probablemente muchas mujeres terminarán cuidando a otras mujeres en esta etapa. Por lo tanto, será necesario que las políticas de protección social se adapten, incluyendo un fuerte enfoque de género.
El cuidado por mujeres, para mujeres… y todos los demás
La feminización del cuidado, derivado del papel históricamente asignado a las mujeres a las tareas del hogar, se ve claramente en América Latina y el Caribe, la región del mundo que más rápido está envejeciendo. Una comparativa entre tres países de esta región realizada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) muestra que, en Costa Rica, por ejemplo, el 80% de los cuidadores de adultos mayores dependientes son mujeres. Si se calculan las horas destinadas a esas tareas, son ellas quienes realizan el 88% de esta carga de cuidado.
Esta realidad trae consigo enormes impactos económicos y laborales. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), si los cuidados y el trabajo doméstico que se realizan en el hogar tuvieran valor económico, representarían entre el 10 y el 39% del Producto Interno Bruto (PIB). Pero, además, el hecho de cuidar a sus familiares mayores aleja a las mujeres del empleo, o disminuye el número de horas que pueden trabajar fuera del hogar.
Por ejemplo, en Colombia las mujeres que trabajan fuera del hogar y además cuidan a un familiar dedican cada semana 40 horas a su empleo, mientras que aquellas que solo trabajan y no cuidan a adultos mayores dedican 44 horas. A ello se suma la doble carga de tiempo y esfuerzos que tienen que destinar las muchas mujeres que desempeñan ambas tareas. En Chile, por ejemplo, terminan trabajando 14 horas semanales más que sus congéneres que no proveen apoyo a la dependencia.
Apoyar a las mujeres que nos apoyan
La situación no es sostenible. El BID estima que en el año 2050 en América Latina y el Caribe vivirán cerca de 30 millones de adultos mayores en situación de dependencia. Los recientes cambios que se han producido en las estructuras familiares debido a la reducción de su tamaño y a la incorporación de la mujer al mercado laboral, así como los cambios sociales y culturales, están transformando el papel de las mujeres en los hogares.
Por ende, las capacidades de las familias para atender por sí solas a las personas con dependencia se están reduciendo. En paralelo, muchos adultos mayores carecen de una red familiar que les pueda prestar el apoyo que necesitan para desarrollar actividades básicas.
Estamos ante uno de los retos más importantes para la protección social en la actualidad. Los gobiernos deben tomar acción para prepararse al reto del envejecimiento, y deben hacerlo ya. En este camino, deberán ser capaces de diseñar sistemas de cuidados sólidos y sostenibles para los adultos mayores. A la vez, deberán adoptar una perspectiva de género que permita abrir nuevas oportunidades para las mujeres que cuidan y reciben cuidados. La creación de servicios de apoyo no solo libera tiempo de quienes cuidan a sus familiares, sino que además permite generar oportunidades de empleo formal femenino como proveedoras de dichos servicios. Es una estrategia que nos beneficiará a todos en los años que vienen.
Marco Stampini es especialista líder en protección social en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo.
Ho June (Sean) Rhee es un estudiante de nacionalidad surcoreana en Middlebury College, cursando las carreras de Economía y Español. Durante el verano de 2019, trabajó en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo como pasante, investigando sobre el envejecimiento en América Latina y el Caribe.
Gillinda James es estudiante de Economía, Español y Linguística en Middlebury College. Durante el verano de 2019, trabajó en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo como pasante, investigando sobre el envejecimiento en América Latina y el Caribe.
Pablo Ibarrarán es Especialista líder de Protección Social en el Sector Social del Banco Interamericano de Desarrollo.
Fuente: Blog Gente Saludable (BID) – 01/10/2019
https://blogs.iadb.org/salud/es/mujeres-que-cuidan/