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La soledad, otra tarea para el Estado

Lunes, 14 de Mayo de 2018
Envejecimiento y vejez

Ricardo Iacub

Estando en Barcelona me sorprendieron los carteles con la imagen de una mujer mayor frente a la ventana, con una frase: “Nunca pensé que lo peor de hacerse mayor fuera la soledad”, Concepción de 92 años. Esta publicidad demandaba un apoyo económico para llevar ayuda y calor humano a estas personas.

A principios de año, el Informe de Jo Cox mostró que en Reino Unido algo más de nueve millones de individuos de diversas edades, pero con más incidencia en las de mayor edad, que se sentían a menudo o siempre solas. Lo que impulsó a crear un ámbito de gobierno dedicado a encontrar soluciones a la temática.

Las redes sociales que se establecían en la comunidad han ido limitándose en las grandes ciudades y las pérdidas de vínculos, debido a cambios vitales como la viudez o la jubilación, no siempre son fácilmente reemplazables. En especial cuando hay dificultades físicas para desplazarse o escuchar, carencia de capacidades sociales o limitaciones económicas.

Lamentablemente, la sociedad ha tendido a naturalizarlo como un problema de la edad, dejarlo en manos de la familia o verlo solamente como un problema individual. Sin terminar de comprender que la soledad es considerada una epidemia que pone en peligro la salud pública.

Los datos muestran la relación entre la falta de conexión social y el aumento de patologías físicas y mentales y de discapacidades. Un estudio estadounidense (AARP) mostró que los adultos mayores que están socialmente aislados, especialmente las personas que viven solas, sin contactos frecuentes o significativos con pareja, familia, amigos o grupos, tienen una trayectoria en salud más pobre y el riesgo de muerte es del 31% mayor que en aquellos que no lo están. Incluso es importantísimo señalar que los riesgos pueden ser comparables con la obesidad, la polución, la inactividad física o fumar 15 cigarrillos al día.

Las personas viejas solitarias tienen 1,8 veces más probabilidades de visitar a su médico de cabecera, 1,6 veces más probabilidades de visitar establecimientos de mayor complejidad y 3,5 veces más probabilidades de ingresar a la atención residencial que las personas con contactos sociales suficientes. Así como tienen más posibilidades de tener depresión, declive cognitivo y demencias.

El investigador Cacciopo señala que las pruebas biológicas muestran que la soledad eleva una hormona del estrés, el cortisol, incrementa la resistencia a la circulación de la sangre y disminuye ciertos aspectos de la inmunidad. Así como aumenta la frecuencia de los microdespertares durante el sueño, lo que lleva a más cansancio y agotamiento físico.

Cuando estas vivencias se mantienen en el tiempo pueden dañar la salud, reduciendo la protección frente a los virus y la inflamación, y aumentando el riesgo y la gravedad de las infecciones virales y de muchas otras enfermedades crónicas.

Pero así como la desconexión social puede ser un agente patológico, las relaciones sociales mejoran la presión arterial, los niveles de las hormonas del estrés, las pautas de sueño, las funciones cognitivas y el bienestar general. Cuando las personas tienen redes sociales de apoyo se adhieren más a los hábitos saludables y mejoran el sistema autoinmune amenguando los efectos del estrés.

La carencia de contactos en la vejez ha sido evaluada a nivel de los costos por la London School of Economics, evidenciando el altísimo valor en sanidad y la presión a los servicios públicos locales que genera. Por lo que el Estado debería contemplar invertir más y mejor en evitar la soledad y el aislamiento.

Por su frecuencia y repercusiones en la salud, tendría que ser reconocida como un problema de salud pública. Lo que implicaría la promoción de hábitos sociales a lo largo de la vida, la inclusión en los sistemas de salud, la colocación en las currículas de los técnicos y profesionales que atienden la temática y, particularmente, en los ámbitos que trabajan con los adultos mayores, la detección de las personas con mayor riesgo y la búsqueda de soluciones a la diversidad de presentaciones que contiene esta problemática.

Nuestro país tiene una excelente calidad de propuestas para incrementar y favorecer la sociabilidad de los adultos mayores, ya sea desde los centros de jubilados o los programas universitarios, sin embargo muchas personas no llegan a incluirse y por ello es necesario facilitar otros medios.

Muy recientemente, en distintos países europeos se han testeado metodologías para mejorar los niveles de contacto para personas aisladas. Una de estas fue a través de las tecnologías de monitoreo del hogar, o teleasistencia, pero agregando profesionales de la salud mental que contacten y apoyen a las personas solas.

Esta intervención que ha tenido resultados favorables ha sido muy recientemente incluida por la provincia de Córdoba, desde el Ministerio de Desarrollo Social, a través de un programa gratuito para adultos mayores donde se utilizan estas tecnologías para brindar protección frente a accidentes y facilitar el contacto humano.

La soledad, hoy vista como epidemia, es uno de los desafíos mundiales que debe ser enfrentado como un problema de envergadura que requiere esfuerzos mancomunados y de la toma de consciencia acerca de la posibilidad de bienestar y salud en los adultos mayores.

Ricardo Iacub es psicólogo especialista en adultos mayores.

Fuente: Clarín - 05/05/2018.
https://www.clarin.com/opinion/soledad-tarea_0_HknhN8qTM.html