Por Elisa Dulcey-Ruiz.
Pensando hacia adelante, sin dejar de mirar atrás, como ella misma lo afirma, Anna Freixas Farré, psicóloga, profesora universitaria y escritora nacida en Barcelona (1946) y residente en Córdoba (España), está convencida de que otra vejez es posible para las mujeres de hoy y de mañana.
De esto trata su libro: de la posibilidad de una vejez presente y futura fresca en el sentido de libre de ataduras, de estereotipos, de marginaciones, de roles pre-determinados. Por ello, Anna se mantiene empeñada en “encontrar una explicación liberadora al hecho triunfante de vivir muchos años, que es lo que caracterizará la vida de las personas en el siglo XXI”.
Frescas porque sencillamente viven, porque buscan tener “una habitación propia”, como diría Virginia Wolf; porque van más allá del mundo tradicionalmente trazado para las mujeres, más allá ‘del techo de cristal’, de las funciones habituales de madre, abuela, cuidadora, encerrada en el espacio doméstico. Frescas porque se alejan cada vez más de “determinadas representaciones y prácticas peyorativas”... del edadismo o pensamiento negativo acerca de la vejez. Porque se trata de rescatar la vejez como un tiempo de vida sin caer en discursos mecánicos que apelan a engañosos sucedáneos como ‘la búsqueda de la eterna juventud’, el ‘antienvejecimiento’, ‘la medicina antiedad’.
Otra vejez es posible porque cada vez más y más mujeres viejas reconocen y sin temores revelan su edad, se enorgullecen de haber vivido, de constatar que sin dejar de ser las mismas, cambian de apariencia y también de formas de ver la vida. Y, no por eso dejan de valorar y disfrutar, de vivir con calidad, de ser capaces de autonomía, de goce, de intimidad, de ser ellas mismas, de reconocer la enorme heterogeneidad de las personas en la vejez. Porque el transcurso vital no es estandarizado, sino cada vez más diverso, tanto desde el punto de vista individual, como desde la perspectiva social: entre más vivimos más diferentes somos unas personas de otras.
Alude también Anna Freixas a la vejez como posibilidad de asumir la finitud de la vida, y a la muerte como transición final que le da sentido a la misma. Se ocupa de la espiritualidad y la trascendencia; de la vida como integración de ganancias y pérdidas, de nuevas experiencias y nuevos aprendizajes, de ampliar márgenes, de valorar y disfrutar el compartir con personas de todas las edades…
Concluye su libro planteando ‘asignaturas pendientes’, tales como “incorporar en nosotras el deseo de una vejez confortable y poner los medios para ello”; “utilizar la libertad –sin censuras- en todas las esferas de la vida”; “ejercer como ciudadanas de pleno derecho”… Y menciona también algunas ‘conversaciones pendientes’, entre ellas: “nuestra sexualidad, nuestras sexualidades”; “nuestra definición de la belleza y de los cuerpos a todas las edades”; “nuestra economía y finanzas”; “los pactos de ayuda mutua”; “dónde, cómo y con quien queremos o no queremos vivir”; “cómo queremos terminar nuestros días”…
Se trata de atrevernos a ser mujeres viejas asumiéndolo, valorando el conocimiento y la consciencia de la vida como continuidad con cambios, como envejecimiento permanente, como posibilidad de vislumbrar cada día nuevos horizontes.
*Anna Freixas Farré (2013). Tan frescas. Las nuevas mujeres mayores del siglo XXI. Barcelona: Paidós
Bogotá, Colombia, 8 de marzo de 2014.