Los países económicamente avanzados y demográficamente evolucionados, a los que España se ha sumado con gran celeridad en el último cuarto del siglo XX, se enfrentan con la necesidad de gestionar todos los aspectos relacionados con la edad de forma diferente. La demografía nos indica que, en el siglo XXI, el efecto conjunto de las bajas tasas de natalidad y el aumento de la esperanza de vida será uno de los grandes retos.
La idea de que nos encontramos ante un mundo cada vez más globalizado constituye, probablemente, el mensaje más continuamente utilizado en el mundo empresarial, político y académico. Sin embargo, no existe consenso sobre sus efectos en las sociedades occidentales. Por esta razón resultan indicativas las afirmaciones del Ministro de Trabajo el pasado 27 de octubre: “Tenemos que mejorar mucho nuestra capacidad exportadora y ahora tenemos que gastar menos, invertir más y exportar más”.
Para tener adecuadamente enfocado el marco presente y futuro de nuestra sociedad así como el mantenimiento de la prosperidad de nuestro país, hay que analizar simultáneamente dos variables: la importancia del posicionamiento dinámico y de la competitividad de España en un mundo y en un mercado globalizado y, en segundo lugar, los efectos predecibles de la evolución demográfica de nuestra sociedad que nos afectarán de forma inexorable.
Ningún estado de bienestar que desee ser sostenible puede ser ajeno a estas dos variables. Sostenible debe significar actuar hoy pensando en el futuro.
Generaciones complementarias
Los Activos de Gran Experiencia (AGE) -trabajadores que tienen más de 25 años de vida laboral, lo que habitualmente coincide con los que superan los 50 años de edad- saben que van a vivir más tiempo, por lo que tienen nuevos horizontes vitales, intuyen que puede existir una nueva percepción social respecto a su papel en la sociedad y sienten que en el futuro tendrán mucho que decir y hacer. Pueden aportar a sus empresas ideas, trabajo y criterio. Y probablemente de forma eficaz, al menos, durante 20 años más.
Muchos de los AGE tienen la percepción de que la edad es una “marca” que afecta negativamente a sus expectativas vitales y profesionales. Muchos se sienten, y son, arrinconados en sus empresas y en la sociedad. Algunos piensan que son objeto de exclusión laboral por edad.
Conviene mencionar, especialmente en estos momentos, que los jóvenes con una buena formación de base, ilusión y empuje no son sustitutivos de los AGE sino complementarios. Por ello, cada empresa debe analizar y encontrar su adecuado equilibrio intergeneracional.
Uno de los indicadores representativos de la competitividad y de la sostenibilidad social de un país sería el porcentaje de trabajadores que voluntariamente prolongan su vida laboral, más allá de la edad legal de jubilación. También sería un magnífico indicador de la cohesión intergeneracional.
Actualmente en España una vez alcanzada la edad legal de jubilación el 7% de los empleados prolongan su vida laboral total o parcialmente. Un objetivo importante para nuestro país sería alcanzar el 20% en el año 2020.
El prejuicio de la edad. La sociedad debería cuestionarse muchos de los prejuicios sobre la edad que no son propios del siglo XXI difundiendo mensajes positivos que promuevan cambios en las actitudes vitales de los individuos y en los diseños organizativos de las empresas.
La empresa debería, en consecuencia, rediseñar las políticas de recursos humanos y proponer medidas que ayuden a favorecer una cultura organizativa de prolongación de la vida laboral de los AGE aprovechando al máximo este potencial. Todo ello tendría un efecto positivo para la empresa, para el sector y para la economía española en general. Es una oportunidad.
No se puede obligar al que no tiene ganas de continuar, de la misma forma que a las empresas no se les puede imponer la continuidad de todos por igual.
Resulta sorprendente conjugar hoy día los conceptos prejubilaciones y responsabilidad social corporativa en empresas con beneficios: Empleados tácitamente sujetos a despidos objetivos o improcedentes, que deben percibir prestaciones de paro durante varios años, efectos fiscales socialmente adversos y con fuertes incentivos a la exclusión definitiva del mercado laboral. Sorprende que en estos momentos la sociedad sigue percibiendo al prejubilado como un triunfador social.
Como síntesis nos debemos plantear dos cuestiones: Qué tiene que ocurrir en el colectivo AGE para que den el máximo de sí en una actitud positiva y favorable durante un periodo aproximado de 20 años, y cómo puede contribuir una nueva gestión de las personas en las empresas para que todo este caudal de conocimiento y todo este potencial de ganas se puedan canalizar y gestionar óptimamente en las organizaciones.
Nuestra sociedad y la competitividad de nuestro país necesitan cada vez más las aportaciones de los AGE. Estamos ante una oportunidad. El conocimiento “con ganas” no se debe jubilar nunca. No hay nada socialmente más responsable que prolongar la vida laboral. Aprendamos a gestionar la edad.
Fuente: Expansión.com – 28/12/2010.
http://www.expansion.com/2010/12/28/empleo/opinion/1293533533.html