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Boletín CORV Nº 8. Enero-Marzo 2010.
En el presente año México, Argentina, Bolivia, Ecuador, Chile, Colombia, Paraguay y Venezuela, celebran doscientos años de independencia. Seguramente, en cada uno de los países mencionados, se llevarán a cabo significativos festejos.
Hablar de doscientos años es referirse a “mucha historia”, tanto por la cantidad y diversidad de acontecimientos vividos, como por el tiempo recorrido. En ese marco, sería muy pertinente celebrar el hecho mismo de “la longevidad”, porque en América Latina existe un grupo significativo de población vieja - vieja, que ha sido protagonista y espectadora “real” de gran parte de toda esa historia.
Cuando, a comienzos de este siglo, se realizaron censos poblacionales en varios de los países, se destacó como “gran hallazgo” el encuentro de un número importante de personas, cuyas edades se encontraban alrededor de los cien años. Personas de ambos sexos, que en el devenir de su propia vida tuvieron que enfrentar muchas privaciones, dificultades, angustias, etc. Y eso continúa.
De acuerdo con las proyecciones de CEPAL/CELADE la población de cien años y más seguirá incrementándose. Por lo menos hasta el 2050. Así mismo, el grupo de mujeres es, y seguirá siendo, superior al de los hombres. (Ver recuadro). Es decir, que mientras en el 2010 se proyecta que del total de 62.463 personas de cien años y más, el 66% son mujeres, para el 2050, del total de 567.554 centenarios, 71% serán mujeres. Y seguramente, un alto porcentaje continuará en condición de pobreza. También de dependencia.
Para poner solo un ejemplo sobre lo que se espera, de acuerdo con el informe “Panorama social de América Latina 2009” / CEPAL, “el incremento y la modificación de la carga de cuidado, ocurrirá en un contexto en que la posibilidad demográfica de contar con asistencia será limitada durante todo el período 2000-2050”.
¿Qué les espera –entonces- a estos centenarios que al fin de cuentas son sobrevivientes, como lo afirman algunos investigadores? ¿Hasta donde se le puede exigir más a la capacidad de encontrar mecanismos para enfrentar la desigualdad, la inequidad y la injusticia?
Es lógico suponer que cuando se habla de centenarios se piense de inmediato que aumenta la carga de cuidado. Pero esto no es la más importante. De entrada, lo más importante debe ser no olvidar que también tienen derechos, y que la probabilidad de “estar en dependencia” depende del acumulado de varias dimensiones: histórica, social, económica y de salud.
Por lo anterior, sería interesante saber si en los planes para las celebraciones del Bicentenario, realmente se ha pensado en nuestros centenarios. Pero no para exhibirlos en los medios de comunicación, o en grandes reuniones, ni para utilizarlos como “conejillos de indias”, en nombre de la ciencia, buscando el secreto de la longevidad. No. Partiendo de lo más elemental, nos referimos al hecho de que puedan disfrutar de sus derechos en materia de salud, vivienda, alimentación adecuada, etc.
En materia de salud, hay que tener en cuenta no solo el acceso a los servicios básicos, o cuidados básicos, sino también, el poder acceder a los servicios especializados en todo orden, que les garantice, vivir con dignidad sus últimos años. No en vano, las personas viejas continuamente hacen mención a la salud como su bien más preciado, si lo tienen, o el que más añoran, cuando se saben enfermos o muy frágiles. Es lo único que les queda después de todo lo vivido ¿Entonces por qué negárselo?
En ese mismo nivel de importancia debe estar el que puedan tener una muerte con calidad, y por supuesto, con mucha dignidad, y esto es parte del derecho al cuidado y a la atención adecuada.
No hay duda, que uno de los mayores desafíos de América Latina y el Caribe en el bicentenario de su independencia debe ser, el bienestar, de todos nuestros centenarios y centenarias. Los de ahora y los de nuestro futuro inmediato. De eso también depende el bienestar de sus familias.
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