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Experiencias de Trabajo Parroquial con Adultos Mayores en la Arquidiócesis de Santiago, 2000

Jueves, 19 de Febrero de 2004
Pastorales, Comunidades Y Redes

(Publicado por la RLG en el año 2001) Publicamos la sección "Conclusiones y Sugerencias para el Trabajo con Adultos Mayores" de este trabajo cuyo autor el es sociólogo Javier Romero Ocampo, Investigador del Centro de Investigaciones Socioculturales CISOC-BELLARMINO

Hemos conocido diversas experiencias de trabajo con el adulto mayor que denotan el interés y evidencias claras de la efectividad de la labor parroquial en torno a los adultos de la tercera edad. Como síntesis vemos que es necesario, para nuestra sociedad, reaccionar positivamente frente a un grupo de edad que es miembro creciente de la misma y que requiere por parte de ella un tratamiento particular. Si bien la problemática a la que se enfrentan los adultos mayores es heterogénea según su estado físico, mental y económico, es posible argumentar que en cualquier caso el trabajo conjunto con el anciano es recomendable en tanto genera en él una apertura a nuevas experiencias que le abren el acceso a una fuente aún no agotada de satisfacciones y proyectos de vida. Este efecto positivo en sus vidas se hace evidente si observamos cómo ellos otorgan significados a estos lugares definiéndolos como útiles para "Animarse, conversar, crear espacios para pasar el ocio, distraerse, estar ocupados, obtener beneficios, recrearse, satisfacer necesidades... y donde la participación les reporta efectos de... integración, asertividad,  salud y relajación" (Corporación AÑOS "Adulto mayor, ciudadanía y organización social", páginas 146 – 149)

En las parroquias se han desarrollado distintos tipos de experiencias de trabajo con adultos mayores, las más frecuentes son los Clubes del adulto mayor de la parroquia con integración a la pastoral y al consejo de parroquia. Estos clubes, así como también las demás experiencias, resultan vivencias estimulantes y vivificantes para aquellos a quienes la sociedad ha marginado, conciente o inconscientemente, del devenir y de la construcción del presente. Estos lugares de participación, intercambio, recreación, aprendizaje y desarrollo personal entregan a los ancianos un sentido de vigencia, actividad, identidad colectiva, acceso a beneficios públicos y privados  y,  lo más importante, la oportunidad de encontrar el respeto y de ser escuchados. La participación les reporta identidad.

Observando las experiencias de trabajo con adultos mayores   hay que considerar que los aspectos a reseñar actúan en forma interrelacionada, pero es necesario exponerlos en forma independiente para captar lo que aportan en sí mismos, por ello cualquier lectura debe tender a la integración de estos aspectos.

En primer lugar destaca en todas las experiencias estudiadas la importancia del grupo como un agente dinamizador de una serie de aspectos de la vida personal de quienes son sus integrantes. Formar parte de un grupo da la posibilidad de encuentro y fraternidad con otros, y además alcanzar un alto nivel de compromiso con tareas grupales. El formar parte de un grupo constituye una fuente de relaciones interpersonales de carácter afectivo, donde prima el respeto y se valora al adulto mayor. El grupo también les proporciona actividades de entretenimiento y expansión. El trabajo en conjunto potencia las energías para la realización de las actividades, pero también aporta un sentido de pertenencia y de solidaridad entre los adultos mayores. El grupo produce un sentido de pertenencia e identidad a quienes participan.

La solidaridad también se expresa con los mismos integrantes y generalmente implica la presencia constante de un agente proveniente de alguna institución de apoyo que acompaña el proceso grupal e individual en los diferentes grupos, ya sean talleres, clubes, etc. En estos casos, la solidaridad se expresa en la labor de las voluntarias y de los párrocos, aspecto positivamente evaluado por los participantes de los grupos.

Un segundo elemento a destacar dentro de las metodologías de trabajo con adultos mayores es la generación de autogestión de los grupos. Este es un aporte importante, tanto al desarrollo del grupo, como de los miembros que lo componen. La autogestión implica acciones tales como la constitución de una directiva, la búsqueda de medios propios de financiamiento, el establecimiento de una rutina de actividades, etc. Con esto se logra que el adulto mayor se inserte socialmente a través del desempeño de un nuevo rol social, en tanto miembro activo del grupo al que pertenece. 

Un tercer elemento, unido al anterior, es la dimensión promocional de algunas experiencias descritas. El trabajo con el adulto mayor se orienta en una dirección que va más allá de lo meramente asistencial, es decir, de la satisfacción de las necesidades básicas. La acción asistencial es urgente y necesaria debido a la precaria situación de muchos adultos mayores, pero hay que saber identificar un espectro de necesidades, propias de este grupo de edad, que dicen relación con la compañía, el afecto, ocupar el tiempo libre, recrearse, etc. Debido a esto, es primordial también poder responder activamente a las necesidades que surgen con relación a otros ámbitos de su vida.

Un cuarto aspecto a destacar es la integración social, en el sentido de aportar a los adultos mayores herramientas para interrelacionarse más allá de su propio grupo. La participación en un grupo determinado, sea un club, taller o grupo solidario, puede apoyar también al adulto mayor en cuanto a la orientación y acceso a beneficios tanto públicos como privados, los que son entregados por organismos generalmente externos a la misma parroquia, pero que pueden ser conseguidos a través de ésta. Así, será posible que el adulto mayor perciba que la sociedad lo acoge y le proporciona redes de apoyo que satisfacen su necesidad de seguridad. La integración social se transforma entonces más en un medio que en un fin en sí mismo, medio que aporta parte del sustento psicológico del desarrollo de la vida en los estados de edad más avanzada.

Un elemento destacado el quinto, es el caso de los clubes y talleres de adultos mayores que cuentan con una rutina (metodología) de acciones que sirven de objetivo a las reuniones. A través de estas metodologías se establecen objetivos que unen los esfuerzos de quienes participan en el grupo y sirven de orientación para saber qué hacer. Estos objetivos de corto plazo constituyen logros para el grupo que apoyan su gestión y le dan herramientas para la proyección de la misma. Las personas responsables de llevar adelante estas metodologías son generalmente las voluntarias, que constituyen un elemento importante de la dinámica cotidiana de las experiencias y generalmente, en ellas reside gran parte de la responsabilidad de hacia dónde va el grupo. Toda iniciativa hacia adultos mayores debe tomar en cuenta el aporte y la necesaria renovación del voluntariado.

Un último elemento a destacar es el de las debilidades. Entre las debilidades más frecuentes se encuentra todo lo relacionado con la posibilidad de tener autonomía en lo económico. Muchas de las experiencias reportan una alta dependencia de financiamiento que viene de personas o instituciones y que generalmente tienen una muy corta permanencia en el tiempo. La independencia económica es algo muy complejo de conseguir, y se conecta con un hecho que también los afecta: sus ingresos a nivel individual tienden a sufrir un deterioro progresivo lo que , como una dificultad, el que la mayoría de las con el trabajo con adultos mayores. Esta relación suele ser percibida como competitiva debido a los diferentes enfoques que orientan la intervención, tanto de la Iglesia como del Estado.

La proyección del trabajo con el adulto mayor, tanto en la parroquia como en otras instancias, se ha de realizar a partir de los intereses y necesidades propios de este grupo de edad, con el fin de proteger así su salud psíquica y física, haciendo del adulto mayor un protagonista de su propia vida. Idealmente, por tanto, se han de evitar "las actitudes paternalistas en las que la solución viene desde otras esferas ajenas a los mismos protagonistas... las instancias de la sociedad deben relacionarse y conectarse entre sí para producir "redes de seguridad" en beneficio de los seres más desvalidos, pero cuidando que los mismos sujetos sean agentes de su propia liberación". ( Ysern de Arce, José Luis: "Adulto Mayor: Aspectos psicoafectivos del envejecimiento" 1998, Documento).

Ello será posible en la medida en que la sociedad eduque en orden a generar adultos mayores conscientes de sus limitaciones, pero también de sus capacidades. Algunos aspectos posibles de desarrollar en este sentido son educar en la verdad de lo que significa la vida del anciano, con sus esperanzas y sus angustias, preparando al hombre para asumir y aceptar su propia verdad individual; establecer la verdad respecto de la tercera edad y el envejecimiento, resaltando las cualidades de estabilidad y continuidad de los ancianos, quienes podrán asumir mejor las limitaciones que le impone su edad si tienen en consideración los valores que la misma edad les ha entregado; desarrollo de una actitud abierta por parte del anciano como de la sociedad, en una relación mutua de integración y acogida.

En la medida en que socialmente se establezcan estos valores será posible convertir esta sociedad nuestra en una civilización que respeta y cuida de sus ancianos. En esa tarea, actualmente vigente a pesar de las limitaciones que se le imponen, la Iglesia juega un rol radical tanto en la concientización de la comunidad como en la acción directa hacia el adulto mayor. "La situación actual (crecimiento demográfico de la tercera edad) – en no pocos sentidos inédita – interpela, en todo caso, a la Iglesia, a que emprenda una revisión de la pastoral de la tercera y la cuarta edad. La búsqueda de formas y métodos nuevos que correspondan mejor a sus necesidades y expectativas espirituales, y la elaboración de derroteros pastorales arraigados en la defensa de la vida, de su significado y de su destino, parecen ser, pues, condiciones imprescindibles para estimular a los ancianos a que den su propia aportación a la misión de la Iglesia y para ayudarles a lograr un especial beneficio espiritual gracias a su participación activa en la vida de la comunidad eclesial" (Pontificium Concilium Pro Laicis. Documentos. "La dignidad del anciano y su misión en la Iglesia y en el mundo").

En este sentido, la Iglesia ha de rescatar aquellos elementos propios de la vejez en la búsqueda del trabajo hacia el mejoramiento de sus condiciones de vida. Tales elementos provienen en gran parte de la capacidad de los adultos mayores de estar disponibles hacia los demás en una entrega gratuita, al mismo tiempo que son quienes aportan la memoria y la experiencia, dando una visión más completa de la vida. Los adultos mayores aportan la historia hacia las generaciones más jóvenes, y  requieren de ellas los cuidados y el compromiso de éstos para asumir responsabilidades respecto de sus ancianos. Así, se da una interdependencia al nivel de la relación intergeneracional, la que puede ser positivamente rescatada al momento de desarrollar planes de trabajo con el adulto mayor. 

Todos estos aspectos están presentes en las experiencias de trabajo parroquial con adultos mayores. Sobre todo, al observar la relación al interior de los distintos grupos parroquiales, vemos cómo la gratituidad y la interdependencia adquieren un rostro y desarrollan las máximas posibilidades del trabajo emprendido.

De: Centro de Investigaciones Socioculturales CISOC-BELLARMINO, Javier Romero Ocampo: "Experiencias de Trabajo Parroquial con Adultos Mayores en la Arquidiócesis de Santiago". Santiago, 2000