1° DE MAYO 2008, MEMORIA Y DESAFIOS
Alfonso Baeza Donoso - Vicepresidente de Caritas Chile
1° de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores, es la conmemoración de una gran tragedia y más aún, es el recuerdo del costo en vidas y sufrimientos que representa la lucha por la afirmación de la dignidad superior de los hombres y mujeres del trabajo y la importancia del protagonismo de los trabajadores en la lucha por un trabajo digno y una sociedad más justa y solidaria.
1886, 1° de mayo, una fecha emblemática que marca el logro del establecimiento de la jornada de trabajo de ocho horas. Triunfo de una lucha secular por obtener el reconocimiento por los estados y los empresarios que los trabajadores son seres superiores a las máquinas con derechos y responsabilidades propias de una dignidad humana con ritmos y libertades propias e independientes de su actividad laboral.
Lamentablemente, lo sucedido aquél 1º de Mayo de 1886, se ha repetido en la historia de la sociedad moderna y en nuestra patria. La defensa ciega de los intereses económicos, la codicia por alcanzar la máxima ganancia, unidas al desconocimiento y la insensibilidad hacia las necesidades y los derechos de los trabajadores y sus familias, la idolatría del mercado como regulador absoluto de la economía, han llevado a conflictos graves, al enfrentamiento y a la pérdida de vidas y peor aún, a una cultura individualista y egoístamente materialista
Recuerda, también por lo tanto, algo que los trabajadores nunca deben olvidar. El reconocimiento y la casi totalidad de los beneficios que ellos han ido logrando a lo largo de los años, y que constituyen hoy los llamados Derechos Laborales, no les han sido regalados, sino que se han obtenidos demasiadas veces con mucho dolor, con mucho esfuerzo y mediante la UNIDAD, la ORGANIZACIóN y la SOLIDARIDAD de los trabajadores al servicio de la convicción que los hombres y mujeres del trabajo NO SON ESCLAVOS, NI MAQUINAS O MERCANCIAS, sino PERSONAS llamados a ser HIJOS e HIJAS DE DIOS y protagonistas irreemplazables para alcanzar su bienestar, la justicia social y las exigencias propias de la dignidad del sujeto que realiza el trabajo.
La Enseñanza Social de la Iglesia, ha hecho viva y pública su acuerdo con las aspiraciones de los trabajadores por el respeto a su dignidad, desde la publicación de la Rerum Novarum del Papa León XIII, en 1891, la primera Encíclica sobre la Cuestión Social. Aun más, el año 1955 el Papa Pío XII, por ese mismo motivo, unió la festividad religiosa de San José Obrero a la conmemoración del 1º de Mayo por los trabajadores. El Cardenal Raúl Silva Henríquez nos repitió incontables veces que la Iglesia de Cristo, no puede olvidar que su origen está en una familia de trabajadores: de Jesús, María y José de Nazareth
Hoy, la Iglesia en Chile mira con comprensión, simpatía y solidaridad la lucha de los trabajadores y de sus organizaciones. Descubre que esa lucha se origina por la violación de sus derechos fundamentales: derechos a salarios justos (“éticos”), a la organización sindical y la participación en las empresas, en la sociedad y en el país; a la seguridad social del trabajador y su familia (Juan Pablo II, LE, 8).
De esto han sido testimonios la vida y obra de San Alberto Hurtado, últimamente las declaraciones del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal y las intervenciones de Mons. Ezzati, Arzobispo de Concepción en el conflicto de Arauco; de Mons. Goic, Presidente de la Conferencia Episcopal en el conflicto de los trabajadores subcontratados de CODELCO, su defensa de un salario “ético” para todos los trabajadores y su reciente intervención en el conflicto de los trabajadores del salmón en Calbuco. Los Obispos latinoamericanos y del Caribe citando al Papa Benedicto XII han reafirmado con fuerza “que la Iglesia está convocada a “ser abogada de la justicia y defensora de los pobres” ante desigualdades sociales y económicas que claman al cielo”. (En Aparecida 395)
Si entendemos correctamente el concepto de Iglesia como el Pueblo que cree en Jesucristo y trata de ser coherente en su seguimiento, creo que en este Primero de Mayo 2008, Cristo, el Carpintero de Nazareth y Señor de la Vida, nos hace un llamado especial a trabajadores, empresarios, profesionales, autoridades, políticos y a todos los que nos decimos cristianos católicos, a comprometernos más y mejor con los grandes desafíos que nos plantea la injusta realidad que viven hoy la mayor parte de los y las trabajadoras chilenas.
Para hacer más real nuestro compromiso y avanzar verdaderamente a mayores niveles de justicia social y de equidad, me parece necesario enfrentar lúcidamente y trabajar personal y comunitariamente para: