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Voluntarios ancianos brindan y encuentran felicidad
Jueves, 10 de Enero de 2008
Recortes de prensa
Publicado en:
El Nuevo Herald - 28 Diciembre 2007
Andres Amerikaner
A fines de 1980, la vida de Dolly Griffin cambió, para mejorar.
Es cierto que sufrió un infarto y que se rompió el brazo izquierdo. Estuvo confinada a una silla de ruedas y tuvo que renunciar al baile, la pasión de su vida.
Pero durante los 20 meses de su trabajosa recuperación en el Centro de Atención a Largo Plazo del Hospital Jackson Memorial, Dolly encontró una familia.
Al otro dÃa de ser dada de alta, Dolly Griffin --que ahora tiene 97 años-- regresó al hospital como voluntaria, confortando a pacientes de todas las edades.
Lo ha seguido haciendo desde hace 24 años.
''Seguà y seguà y seguÃ'', dijo. ``Y no hubiera cambiado nada porque aquà encontré felicidad''.
Griffin, que tiene cinco pies de estatura, ojos intensamente azules y un pelo blanco y rizado, vive sola en un centro asistencial cerca del Jackson. No tiene hermanos, hijos ni nietos. Pero llena su tiempo con el programa Senior Companion del condado, trabajando cinco horas diarias, cinco dÃas a la semana, vendiendo flores, muñecas y caramelos en una pequeña oficina conocida como la Tienda de Regalos de Dolly. Visita a los pacientes que no pueden moverse, los que pueden moverse la visitan a ella.
''Dependen de ella'', dijo Kimberly Green, de 37 años, una terapeuta recreacional en la instalación. ``La esperan en la puerta''.
Los voluntarios del programa fueron homenajeados en una insólita ceremonia el 7 de diciembre, un evento al que Griffin no pudo asistir porque no podÃa perder un dÃa de trabajo.
Ha sido una vida accidentada para Grifffin, que nació en Detroit en 1910. Su padre, un contratista de cemento, murió de neumonÃa cuando tenÃa ella 11 años. Hija única, se mudó para Miami cuando estaba en séptimo grado junto con su madre, que trabajaba como ama de llaves para poder pagar las cuentas. En 1929, Griffin se graduó de la Miami Senior High.
Sus primeros trabajos fueron bailando en clubes nocturnos como el Frolics Club y The Pier. Trabajó brevemente en el coro del Atlantic City.
''Por aquella época yo sólo era una chica punk'', dijo.
A principios de los años 30, abrió la Escuela de Baile de Dolly en la NE Second Ave., y la 11 calle, que ahora es un estacionamiento. Enseñó ballet y tap a los niños hasta la II Guerra Mundial.
''Decidà que tenÃa que cerrar porque se estaba volviendo muy duro'', dijo. ``Pero extraño a los chicos''.
Tras un breve perÃodo como ascensorista durante la guerra, se estabilizó en el trabajo que sostendrÃa hasta su retiro: dar clases de baile en escuelas privadas de todo el condado, en ocasiones hasta en 21 escuelas en una semana. Nunca se casó. Tuvo un novio pero no le gusta hablar de él. Sus únicos parientes son su madre y un tÃo.
Su madre vivió hasta los 95. Y, según dice Griffin, su ejemplo la sigue inspirando.
''Nunca dejó pasar un dÃa sin ayudar a alguien'', afirmó Griffin.
``Regalaba mis cosas, asà era ella. Todos los dÃas trato de hacer como hacÃa ella'''.
La rutina de Griffin gira alrededor de su trabajo como voluntaria. Todos los dÃas laborables se levanta a las 5:30 a.m., mira las noticias y luego, a las 7 a.m., toma una furgoneta que la lleva a la instalación de 180 camas en 2500 NW 22 Ave. Está allà hasta la 1 p.m., y regresa a la casa donde vuelve a ver las noticias, la Rueda de la Fortuna y a la cama.
''No creo que haya mucha gente que, a los 97 años, pueda decir que se levanta por las mañanas y va a trabajar toda la semana'', dijo. ``Todas las mañanas soy la primera en el desayuno''.
Durante los fines de semana permanece en su pequeño apartamento en el que tiene una gran colección de muñecas frente a una pared cubierta de placas y certificados en honor de su trabajo voluntario. Entre los premios: Ms. Dade County Nursing Home, 1983.
''Les gané a 21 señoras'', dice con una gran sonrisa de satisfacción.
Sin embargo, dijo, nada le ha sido tan satisfactorio como su trabajo como Senior Companion. El programa, dirigido a través de la Agencia de Acción Comunitaria del Condado, brinda a las personas de bajos ingresos y mayores de 60 años la posibilidad de ayudar a otras personas mayores. Reciben un pequeño estipendio - $106 quincenales por cuatro horas de trabajo todos los dÃas - junto con transporte y almuerzo.
El programa, financiado por el gobierno federal, recibe unos $440,000 anuales y en la actualidad tiene 120 voluntarios. Griffin es un modelo para todos ellos, dijo Elizabeth Morales, directora del programa.
''Es increÃble'', dijo Morales. ``Es por eso que amo mi trabajo''.