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por: REGINA OBREQUE , 12 de Junio de 2008 - 12:07:06
De la paradoja del quehacer gerontológico a la dis
Es posible afirmar que no sólo el planeta ha envejecido sino que a su vez lo ha hecho el sentido de la vida que poseía el hombre en la cultura tradicional.
La disolución de las tradicionales pautas de comportamiento, en el tránsito de conformación categórica, instaladas en nuestras prácticas cotidianas de la cultura moderna, yace en sí la transmutación del sentido de la vida. La entendida longevidad no sólo nos hace vivir más, sino que aleja aquella amenaza presente en el pensamiento sartriano y heidegeriano, propiamente de la cultura occidental -posterior a la mitad del siglo XX- de la muerte como sentido intrínsicamente teleológico de la vida.
Así, el acto de conciencia que acarrea aquello en las prácticas cotidianas que conjuntamente se fortalecen en la dinámica esperanza de vida, recrea una sociedad distinta respecto a los capitales socioculturales expresados hoy, no sólo en el lenguaje de las mujeres mayores sino que a su vez en las prácticas de enseñanza que ellas dejan al amparo de una reflexión en torno a un siglo de grandes cambios sociales.
Crea por tanto, que este confuso quehacer gerontológico debe, en tiempos de nebulosa, guiarse por la luz de las prácticas más transformadoras que se puedan evidenciar tras dicho fenómeno, comprendiendo en ello, qué nos quiere decir esta pronunciable visibilidad de las mujeres mayores en la escena pública, acarreando la exposición de perdida histórica de los roles domésticos para darse a un escenario pre moderno que bien dice del nuevo sentido de este “ yo emancipado” en busca de una transformación individua-que va más allá de la trasformación de los roles domésticos- , que no logra trasmutarse aún a la transformación social, pero con el fin intrínsico hacia allá.
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