“No creo que exista un único ´gen mágico´ que nos haga muy longevos» «Hay retos más importantes que los sueños de inmortalidad, por ejemplo, que la vida sea mejor y más justa» Carlos López Otín Catedrático de Biología Molecular de la Universidad de Oviedo

«Hay retos más importantes que los sueños de inmortalidad, por ejemplo, que la vida sea mejor y más justa»

Miércoles, 27 de Junio de 2007

Canal: Recortes de prensa

[Entrevista realizada por Pablo Álvarez a Carlos López Otín, publicada en diario La Nueva España, 21 de junio de 2007.]

-¿Qué significa envejecer?
-El envejecimiento puede definirse como la pérdida progresiva y generalizada de las funciones biológicas de un organismo. Este déficit funcional va acompañado de una disminución de la fertilidad y un incremento de la mortalidad.

-¿Causado todo ello por...?
-Por la acumulación de daños moleculares en células y tejidos.

-Usted suele afirmar que estamos programados no tanto para envejecer como para sobrevivir.
-El envejecimiento es un proceso aleatorio y también inexorable. Nuestro genoma nos programa para desarrollarnos a partir de una única célula y sobrevivir al menos hasta la edad reproductiva, pero no para envejecer. Hasta el momento no se ha encontrado ningún gen cuya función natural sea favorecer el envejecimiento.

-Entonces, ¿por qué envejecemos?
-Porque en nuestro genoma hay genes cuyas mutaciones causan alteraciones fisiológicas que indirectamente nos sitúan en rutas de envejecimiento más o menos acelerado. De la misma manera, existen genes cuyas variantes pueden modular positivamente funciones protectoras y favorecer una mayor longevidad. Se han descrito más de 300 teorías distintas para explicar el envejecimiento: esto refleja claramente la complejidad del proceso y nuestra ignorancia al respecto.

-¿Puede hablarse de la existencia de un programa celular de envejecimiento?
-No, no está demostrado.

-¿Puede retrasarse el envejecimiento?
-Por el momento, ni la medicina ni la biología ofrecen una posibilidad concreta, científica y asequible. Por supuesto, hay una serie de actuaciones puntuales que pueden afectar a algunos aspectos parciales.

-¿Por ejemplo?
-Se pueden reducir los niveles de radicales libres que provocan daño oxidativo sobre nuestros componentes celulares, lo cual puede proporcionar cierto nivel de protección. Además, consumir menos calorías prolonga la vida en distintas especies animales, pero todavía no está claro si puede suceder lo mismo en humanos.

-¿Y se está investigando?
-Hay algunos experimentos en marcha, incluyendo el empleo de fármacos que mimetizan bioquímicamente la restricción calórica, que en unos años darán respuestas a esta cuestión.

-Se han depositado muchas expectativas en la medicina regenerativa. ¿Podemos ser objeto de un sucesivo «recambio» de órganos y tejidos?
-La medicina regenerativa, sobre todo a través del empleo de la ingeniería tisular o de las terapias con células madre, aventura un panorama fascinante, pero por ahora estamos casi exclusivamente en terrenos experimentales cuyos incipientes logros no deberían exagerarse, para evitar crear falsas expectativas.

-A menudo se identifica el mayor o menor grado de envejecimiento con el aspecto de la piel.
-Son las aproximaciones que suelo llamar cosméticas. Sin duda, son útiles para mejorar la autoestima o alimentar la vanidad humana, pero en general su interés para comprender y afrontar los complejos misterios moleculares del envejecimiento es menor.

-En los últimos tiempos proliferan las investigaciones sobre el envejecimiento.
-Tradicionalmente, el estudio del envejecimiento ha tenido poco reconocimiento en círculos científicos porque era un terreno muy favorable para la pseudo-ciencia y la charlatanería. Ahora, con el extraordinario impulso de la biología molecular, cuestiones esenciales acerca de la naturaleza de la vida y de las enfermedades humanas han pasado a ser objeto de análisis rigurosos y profundos.

-¿Tiene sentido someter a estudio a las familias altamente longevas?
-La longevidad es plástica y esta plasticidad está controlada, al menos en parte, por genes que regulan, entre otras funciones, la capacidad de responder al daño genético y repararlo. Por eso el estudio de familias longevas puede ayudar a identificar las variantes de estos genes que contribuyen a incrementar la esperanza de vida. Pero no creo que exista una variante de un único «gen mágico» que convierte en extraordinariamente longevos a sus portadores.

-¿Cuánto podemos vivir?
-No lo sabemos con certeza, pero el hecho de que algunas personas hayan vivido más de 120 años indica que, como mínimo y por ahora, ése es nuestro límite. Probablemente en el futuro ese límite podrá superarse.

-¿Hasta dónde podría ampliarse la esperanza de vida sana?
-En distintas especies animales se ha conseguido extender la vida de manera reproducible y contrastada científicamente. Obviamente, en humanos este tipo de manipulaciones no están permitidas y, de hecho, hay problemas más importantes relacionados con la biología del envejecimiento: hay que conocer nuestros límites y explorar el mundo molecular que subyace en el interior de cada célula, antes de embarcarse en esos imposibles sueños de la inmortalidad.

-¿Dónde observa usted raíces comunes entre el envejecimiento y el cáncer?
-Ambos son, en buena medida, artefactos de la civilización, daños colaterales de nuestro éxito evolutivo. Molecularmente, sus raíces son las mismas: acumulación de daño en células somáticas. Pero nuestra manera de afrontarlo es dispar: las células tumorales aspiran a ser inmortales, y nuestra obligación como científicos es evitar que estos sueños se hagan realidad.

-Y ahí es útil el conocimiento molecular...
-Sí, porque ha servido para que en un porcentaje muy importante de casos se frustren estos sueños de inmortalidad. Y respecto a los individuos que aspiran a ser inmortales, o mejor, a la eterna juventud, explicarles que hay objetivos más importantes que estos sueños de inmortalidad, por ejemplo, contribuir a que la vida sea mejor y más justa.