El aumento de la edad de retiro o jubilatoria ha sido contemplado como una respuesta consustancial al aumento de la expectativa de vida. Medidas de este tipo están siendo implementadas en países desarrollados que ya completaron su transición demográfica y han sido recurrentemente planteadas en países latinoamericanos, en el marco de proyecciones de políticas de reformas a los sistemas de seguridad social, generalmente con firme rechazo de las organizaciones de trabajadores.
Las razones de este rechazo van más allá de una mera defensa de conquistas sociales logradas por los trabajadores en décadas pasadas. Guardan estrecha relación con problemas estructurales que presentan los mercados laborales en nuestra región, incapaces de garantizar por esa vía la superación de la pobreza y brindar movilidad social. El empleo precario no es atributo exclusivo de los trabajos informales –muy extendidos en América Latina- sino que lo es también de los trabajos denominados formales. Tal precariedad se traduce en la imposibilidad de asegurar estabilidad, seguridad y suficiencia de ingresos.
A lo anterior se agrega el bajo monto de las pensiones y jubilaciones, lo que conduce en la práctica a que las personas que tienen la opción de mantenerse en sus puestos de trabajo más allá de la edad de retiro establecida, continúen en ellos más motivadas por conservar, al menos, su nivel de ingresos actuales, que por continuar laboralmente activas y apreciar su trabajo como fuente de realización personal y social.
Mientras en América Latina se mantengan estas desfavorables condiciones, difícilmente las generaciones de trabajadores de mediana edad podrán dejar de ver como una amenaza a las personas adultas mayores que deciden permanecer en sus puestos de trabajo más allá de la edad legal de retiro. Amenaza, tanto para acceder al mercado laboral, como para proyectarse laboralmente en el mismo.
Estos son temas que debieran comprometernos a las personas estudiosas del envejecimiento y de la vejez e interesadas en la búsqueda de su mejor calidad de vida, porque guardan relación íntima con la misma y abren espacios para que, en la búsqueda de equidad laboral y jubilatoria para todas las generaciones, sea posible deslegitimar progresivamente percepciones negativas del envejecimiento, de la vejez y de las personas adultas mayores.
Christel Wasiek – Asesora de
1 de Mayo de 2007.