Adultos mayores: pacientes sin doctores

Miércoles, 30 de Agosto de 2006

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La población de adultos mayores aumenta vertiginosamente en Chile, pero los médicos acreditados para cuidar la salud integral de este grupo etáreo son muy pocos. Dos geriatras se refirieron a las carencias en su especialidad.

Revista Ercilla (Chile)
N° 3.301 del 28 de agosto al 10 de septiembre del 2006

En 25 años más, Chile habrá duplicado su población de adultos mayores, para quienes la esperanza de vida hoy ya está casi en los ochenta años de edad. Según los expertos, no será raro que las personas lleguen a cumplir hasta los 120.

No obstante, el área de la geriatría no ha avanzado al mismo ritmo en nuestro país, generándose una grave carencia de especialistas.

"En todo el mundo, las personas mayores necesitan atención con características distintas", explica el doctor Pedro Paulo Marín, jefe del Centro de Geriatría y Gerontología de la Universidad Católica y director de la Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile, quien expresa que, si bien, el tener más cantidad de personas adultas mayores refleja un éxito en los programas de salud de un país, debemos enfrentar el desafío del envejecimiento y, a su juicio, en ese punto estamos mal. "Los adultos mayores están siendo discriminados, porque no se les ofrecen los servicios médico-sociales que ellos requieren", acentúa el experto, agregando que la imagen de envejecimiento que se tenía hasta hace un tiempo no es tal, sino que es enfermedad, y por lo tanto se puede tratar. Pero para ello "se necesita un equipo de atención primaria capaz de distinguir la enfermedad de envejecimiento". En su opinión, en ese primer acercamiento al paciente con un servicio médico se requiere de personas capacitadas en la atención de este grupo social, cuyas necesidades son diferentes a las del resto de la población. Es allí donde se hace evidente la falta de geriatras.

Su inquietud es válida. El facultativo pone el dedo en la llaga y revela que en Chile no hay más de quince médicos titulados en esta especialidad. ¡Y sólo una doctora trabaja en el sector público! Los demás se desempeñan en universidades y en centros privados. De ellos, no más de siete se encuentran acreditados por la Corporación Nacional Autónoma de Certificación de Especialidades Médicas, Conacem. Si bien la certificación por Conacem es voluntaria y los profesionales no están obligados a requerirla, contar con ella implica el reconocimiento oficial de las instituciones que la avalan en la idoneidad para ejercer, esto es, el Colegio Médico, Ministerio de Salud, Asociación de Facultades de Medicina de Chile, Sociedades Científicas y la Academia de Medicina del Instituto de Chile.   

EXIGIR DERECHOS

El chileno está aprendiendo, si bien lentamente, a exigir algunos de sus derechos como ciudadano. Pero un notorio desconocimiento, por parte de los pacientes, sobre la importancia de la labor del geriatra, lleva a que, al momento de solicitar atención médica, no se exija ser atendido por el profesional más idóneo. Esto no ocurre en otras áreas de la medicina, donde los consultantes han aprendido a solicitar lo que merecen. A modo de ejemplo, toda madre pide un pediatra para su hijo, un traumatólogo infantil o un neurólogo infantil. Según dice el doctor Marín, en veinte años más la cantidad de ancianos igualará a la cantidad de niños; para los pequeños, el país cuenta con alrededor de tres mil pediatras, pero no ocurre lo mismo con los "viejos estandartes".

"El Estado no está asumiendo que nuestra población está envejecida. Falta capacitación del recurso humano y un desarrollo gerontológico", expresa el doctor Juan Carlos Molina, director de la Universidad de la Tercera Edad de la Universidad de Chile y vicepresidente de la Sociedad de Geriatría y Gerontología, quien denuncia que "esta es una especialidad en falencia". A su juicio, las universidades están respondiendo a la urgencia de formar geriatras, pero "partieron un poco tarde". La Universidad de Chile fue la pionera. De ella han egresado, hasta ahora, seis especialistas. De la Universidad Católica han surgido otros tres. En pre-grado, los alumnos de las escuelas de medicina reciben "nociones de geriatría, pero no siempre son geriatras quienes dictan las cátedras", afirma.

La carencia hace que actualmente sea común denominar como "geriatra" a profesionales que sólo han obtenido un diplomado mediante cursos breves que entregan una capacitación teórica, presencial o a distancia. "Hay muchas formas de filtrarse y llamarse geriatra –acota el doctor Marín–. Lo que me preocupa es que las personas mayores no estén recibiendo la atención que se merecen. Nadie aceptaría que a su mujer le atendiera un parto un médico que tiene sólo 'un diploma' en obstetricia". Igual opinión manifiesta el doctor Molina, quien agrega que "es necesario que reaccionemos pronto con gente capacitada, porque al no estar rayada la cancha, aparecen los charlatanes, y eso hace que nuestros adultos mayores sean subdiagnosticados y mal tratados".

NECESIDADES ESPECIALES

La verdadera importancia de la especialidad –que contempla una formación inicial de tres años en medicina interna y dos años en geriatría– radica en la visión integral que ofrece a estos pacientes, cuyas necesidades son diferentes. "En ellos hay polipatologías, muchas de las cuales no se observan mediante exámenes  –explica el doctor Molina–. En geriatría, la interpretación adecuada de las situaciones que afectan multifactorialmente al adulto mayor permiten al clínico ofrecer una mejor perspectiva terapéutica para su paciente, no olvidando considerar un enfoque biosicosocial. De esto dependerá en gran medida el éxito, que, tanto como el paciente, su médico espera".

Es común que los adultos mayores presenten diabetes, afecciones cardiovasculares, artrosis, osteoporosis, cataratas, depresión, problemas a la piel y muchas otras enfermedades crónicas. Por ello, resulta habitual verles deambular de médico en médico y caer en la polifarmacia, puesto que cada especialista receta en forma independiente lo que observa en el paciente. Así, las múltiples consultas derivan en mayores costos, por exámenes y por medicamentos. "Debe ser el geriatra quien decida qué especialista se requiere", aclara el médico, quien cuenta que en países desarrollados es posible ser atendido por nefro-geriatras, cardio-geriatras, neuro-geriatras y otras subespecialidades que no se ofrecen en Chile.

VOLUNTAD POLITICA

Naciones más avanzadas que la nuestra, como Canadá, Australia y Japón, ya han dado el ejemplo sobre lo que se requiere hacer para llegar a brindar los servicios de los que hoy carecemos. "No es algo nuevo; el camino ya está hecho. Sólo falta la decisión política de tomarlo e implementarlo", dice el doctor Marín, agregando que "la tasa de nacimientos está disminuyendo, pero la cantidad de adultos crece. Actualmente, uno de cada diez habitantes es adulto mayor, pero de aquí al año 2025, uno de cada cinco lo será. La medicina actual ha aceptado que los viejos responden bien a los tratamientos y a las cirugías. Con ello, se están disminuyendo los grados de dependencia. Hoy día, las camas de los hospitales están llenas de personas adultas mayores. Por eso, necesitamos crear servicios especiales para atenderlos. Se debe tener claro que no brindarles el adecuado tratamiento resulta mucho más caro para el Estado y para las familias", expresa, recordando que estudios realizados en Gran Bretaña indican que se debe contar con un geriatra por cada 10.000 habitantes.

Ante esta realidad, el Estado chileno generó una respuesta durante el Gobierno del ex presidente Lagos. El entonces ministro de Salud, doctor Pedro García, anunció la creación de tres becas anuales para la formación de médicos en esta especialidad. Pero ¿qué pasó con las becas?, se preguntan nuestros dos entrevistados. Ercilla consultó con los encargados. En el Ministerio de Salud, dicen haber cumplido su parte. El llamado ministerial se hizo el 23 de noviembre del año pasado, fecha en que se envió un comunicado a todos los servicios de salud del país informando sobre el financiamiento estatal de estas becas, a la que pueden postular médicos internistas, con cargo al propio servicio. Las postulaciones debían hacerse directamente a la Universidad Católica. En esta casa de estudios, la doctora Trinidad Hoyl, subdirectora de posgrado de la Facultad de Medicina, expresó lamentar que este año las becas se hayan perdido. "El concurso se cerró el 22 de diciembre pasado sin haber recibido ninguna postulación", manifestó. Su impresión es que "el llamado quedó perdido entre trámites burocráticos, pues en algunos servicios de salud, como el Hospital Barros Luco, los médicos dicen no haberse enterado de esta posibilidad". La alternativa sigue vigente para el 2007, pudiendo consultar sobre ella a posgrado@ med.puc.cl.

El doctor Marín insiste en la necesidad de contar con médicos de atención primaria capacitados. "La solución no es tener sólo geriatras, pero estos profesionales deben estar en los hospitales atendiendo los casos más agudos, como también consulta ambulatoria, domicilios y haciendo programas de capacitación, de prevención y promoción de la salud. Es así como se enfrenta modernamente este desafío. Esta es una deuda que el Estado tiene con los viejos", dice.

Ruth Melgarejo S.
Revista Ercilla