“Algunos lo llaman "invierno demográfico", pero un par de cifras bastan para desestimar este concepto y sustituirlo más bien por una "revolución": si la esperanza de vida rondaba los 34 años hasta el siglo XX, ahora supera los 83. Un tercer dato: las personas de 65 años años o más ya representan el 20,4% de la población mundial. Se trata de "una inflexión de las dinámicas reproductivas de los seres humanos". Así lo ha valorado Julio Pérez Díaz, demógrafo del Instituto de Economía, Geografía y Demografía (IEGD-CSIC) en la presentación del informe “Un perfil de las personas mayores en España 2025”.
El documento, impulsado desde la iniciativa Envejecimiento en red y que cuenta con la financiación del CSIC, evidencia un proceso de sobreenvejecimiento que se acentuará con la llegada a la vejez de las generaciones del baby boom. “Hemos aumentado la esperanza de vida evitando mucha mortalidad infantil. Antes uno de cada cinco niños moría. La mortalidad infantil ha pasado de un 200% a un 3%. Se ha democratizado la supervivencia, algo que antes era un privilegio de solo unos pocos”, ha resaltado el experto.
El informe también revela que en 2024 se alcanzó un nuevo máximo histórico de personas centenarias, con casi 16.000, de las cuales más del 80% son mujeres. La feminización de la vejez se mantiene como un fenómeno constante: entre los mayores de 65 años, ellas superan en número a los hombres en un 29,5%. La edad media de la población española ha seguido aumentando, situándose en 44,37 años, lo que consolida a España entre los países más envejecidos de Europa, un reflejo de las transformaciones demográficas y de la prolongación de la vida.
Envejecer… pero con salud
El envejecimiento de la población española plantea entonces una cuestión central: no solo cuántos años pueden esperar vivir las personas mayores, sino cuántos de esos transcurrirán en buena salud. Según Pérez Díaz, “este interrogante, clave para el bienestar individual, tiene también una dimensión pública al incidir directamente en la planificación de los servicios sanitarios, sociales y de cuidados”.
En este contexto, continúa el especialista, el concepto esperanza de vida en salud se acuña a finales de los años 80. Hasta entonces, el tema de la discapacidad era algo relacionado únicamente con el ámbito laboral, pero “la manera de medir la esperanza de vida en salud conlleva, asociado al envejecimiento de la población, a que hay cada vez más población con una mala salud de hierro”, es decir, que “enfermedades que antes eran letales ahora se han conseguido paliar hasta el punto de que las personas pueden seguir viviendo muchísimos años, pero con una cronicidad”.
Y, en este punto, se pregunta el experto, “¿qué pasa con la dependencia?”, y, para responder, se sirve de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que, dentro de las clasificaciones de los problemas funcionales de salud, establece un nivel sobre las discapacidades que, debido a un problema de salud, impiden desarrollar actividades de la vida diaria, como comer o lavarse.
“La dependencia va a ser cada vez más abundante. Hasta ahora se ha resuelto con la familia, pero está habiendo cambios muy sustanciales. Lógicamente, hace falta apoyo con servicios públicos o ayudas económicas. No hay un solo modelo, pero lo que es evidente es que tenemos un problema como sociedad. Tenemos que cuidar a la gente que cuida y dar importancia a este tipo de rol”, ha remarcado el demógrafo.
De acuerdo con el informe, en 2024, uno de cada cuatro hogares con personas mayores contaba con miembros en situación de dependencia, y solo un 38,4% de ellos recibía servicios de ayuda a domicilio. La financiación pública de estos servicios ha aumentado, pero más de 530.000 hogares siguen teniendo necesidades no cubiertas.
“En conjunto, los indicadores reflejan un país que vive más y mejor que nunca, pero en el que la salud en los años de vejez sigue siendo un ámbito prioritario de intervención pública. La promoción de estilos de vida saludables, el acceso equitativo a los servicios sanitarios y la atención a la cronicidad y la dependencia se consolidan como pilares esenciales para garantizar un envejecimiento activo y saludable en las próximas décadas”, ha señalado Pérez Díaz.
Por otro lado, los hábitos de vida influyen de manera significativa en la salud: en el grupo de mayores de 65 años, un 47,2% de los hombres y un 36,4% de las mujeres presentan sobrepeso, y la actividad física regular se realiza en un 42,5% de las personas de 65 a 69 años, mientras que el sedentarismo afecta a un 38,5%. El acceso a servicios sanitarios es alto, aunque persisten barreras económicas y geográficas, especialmente para quienes viven solos. En este sentido, es importante recordar que el mantenimiento de un peso saludable, la práctica regular de ejercicio físico y la ausencia de consumo de tabaco se consolidan como los principales factores de prevención frente a enfermedades crónicas y pérdida de autonomía funcional.”
FUENTE: cuidateplus.marca.com - 24/10/25