Envejecer en un paĆ­s diverso

Martes, 11 de Agosto de 2015

Canal: Envejecimiento y vejez

Silvio Aristizábal Giraldo

La Constitución Política, expedida en 1991, reconoció a Colombia como una nación multiétnica y pluricultural, consagrando así la diversidad como uno de los elementos esenciales de nuestra nacionalidad.

La diversidad de pueblos y culturas existente al momento de la llegada de los europeos, fue duramente golpeada por la acción de conquistadores y colonizadores. El genocidio, el etnocidio y sus secuelas no lograron extirpar esa diversidad, la cual, se acrecentó con la presencia de afrodescendientes trasladados como esclavos a este continente. El gobierno español tuvo como línea dominante de su política la integración de lo diverso mediante la civilización de los pueblos amerindios a través de la cristianización y la castellanización. En cuanto a los afrodescendientes, ni siquiera había interés en civilizarlos, lo único que importaba era explotarlos a través de la esclavitud.

Los estados surgidos de las guerras de independencia tuvieron como eje de su conformación como nación el discurso del mestizaje, cuya consecuencia principal fue la negación de las diversas identidades y su consiguiente eliminación en aras de una pretendida identidad nacional. De esta manera se borraban las diferencias y las identidades locales, negando la alteridad y creando un único modelo de colombiano: blanco, descendiente de europeos, varón, católico, hispanohablante.

Estos esfuerzos por negar la diversidad no lograron totalmente su objetivo y es así como después de quinientos años los pueblos indígenas sobrevivientes al genocidio continúan resistiendo. Hoy día, en Colombia, hay cerca de 1.400.000 indígenas (Dane, Censo 2005), pertenecientes a 87 pueblos que hablan más de 66 lenguas (La Organización Nacional Indígena de Colombia –ONIC- habla de 102 pueblos).

Los afrodescendientes, por su parte, representan entre el 16 y el 25% del total de la población colombiana, ubicando a nuestro país como el segundo latinoamericano, después de Brasil, con mayor población afrodescendiente. Su hábitat tradicional ha estado en territorios considerados estratégicos por su riqueza minera, pesquera, agroindustrial y maderera, así como por sus condiciones geoestratégicas (fronteras, grandes ríos) que facilitan la navegación y la clandestinidad. Dos grupos afrocolombianos tienen su lengua propia: los raizales de San Andrés Providencia y Santa Catalina y los palenqueros de San Basilio.

A los indígenas y afrodescendientes se suman unos 5.000 rom o gitanos que conservan su cultura y su idioma, el romanés o romanó. Aunque en condiciones diferentes a las de los otros grupos, la historia de los gitanos continúa siendo marcada por la exclusión, la invisibilidad y las desventajas sociales y económicas que impiden el goce de los derechos fundamentales.

Hay, así mismo, representantes de árabes, judíos, alemanes, japoneses y de otras naciones. Pero son los indígenas, los afrodescendientes y los rom o gitanos los que reclaman sus derechos como minorías étnicas y exigen del Estado y de la sociedad un tratamiento que reconozca sus derechos como ciudadanos, y les garantice, además, los derechos especiales reconocidos por la Constitución, las leyes colombianas y normas de organismos internacionales como la OIT y la ONU.

Tal vez son los indígenas y los afrodescendientes quienes sufren en mayor medida las consecuencias de la violencia que vive Colombia. De los 102 pueblos indígenas, reconocidos por la ONIC, cerca de 36 están amenazados de extinción, algunos de ellos con una población de menos de un centenar de personas. Los afrodescendientes constituyen el segmento mayoritario de las clases más pobres del país, con los indicadores socioeconómicos más bajos, una tasa de mortalidad infantil que duplica la registrada a nivel nacional, y un mínimo acceso a servicios básicos de educación, salud y empleo, y escasa o nula participación en la vida pública.

Como consecuencia del conflicto que afecta a sus regiones de origen, estos pueblos han sido obligados a desplazarse a los centros urbanos, en un proceso de desterritorialización que constituye una amenaza no sólo para su pervivencia física sino también para la pervivencia cultural. En efecto, para indígenas y afrodescendientes el territorio es una dimensión fundamental de su cosmovisión. Su vida adquiere sentido en un territorio, respecto del cual han construido, durante miles o centenares de años, unos referentes simbólicos, que le dan sentido a cada episodio del transcurso vital de hombres y mujeres. Allí, el nacer, el crecer, el reproducirse, el enfermarse, el envejecer, el morir, adquieren significados específicos en el contexto de cada pueblo.

Entre los afro, por ejemplo, puede ser la relación del recién nacido con los espíritus de sus ancestros lo que otorga sentido a la vida del individuo, y a partir de esa relación se definen sus roles en el conjunto de la sociedad, durante su transcurso vital que va más allá de la muerte física, puesto que después de esta los vínculos con los vivos continúan.

En otro contexto, un pueblo indígena puede construir una cosmovisión en la que el sentido del transcurso vital está signado por la relación de los hombres con plantas y animales, donde plantas y animales devienen en seres humanos o estos se transforman en aquellos. En un contexto de estas características, las relaciones de los hombres con los demás seres del mundo natural y espiritual se dan en términos de sujeto-sujeto, porque, según su cosmovisión, las interacciones humanas se prolongan más allá del colectivo de hombres y mujeres. Es decir, que los seres humanos no son los únicos que pueden reclamar para sí el carácter de sujeto.

¿Cómo se asume el proceso del transcurso vital en un pueblo indígena o afrodescendiente? Desde su cosmovisión, ¿qué significa envejecer? Igualmente cabe la pregunta: ¿qué significan envejecer y envejecimiento para un oriental, un árabe, por ejemplo, o un coreano? Son preguntas que estamos obligados a plantearnos y a buscarles respuesta en un país que reconoce la diversidad como uno de sus principios constitutivos.

Debemos empezar por reconocer que es poco lo que podemos responder en relación con estos interrogantes. En consecuencia una de las primeras tareas que se impone es la de investigar esas otras formas de conocer, de percibir y de mirar, otros modos de pensar colectivos, otras lógicas y otras perspectivas de la vida, del nacer, el crecer, el envejecer, el morir y el vivir más allá de la muerte.

CEPSIGER
24 de diciembre de 2011.

http://fundacioncepsiger.org/nuevosite/envejecer-en-un-pais-diverso/