Ecuador. La labor agrícola, en manos de los más viejos

Miércoles, 25 de Febrero de 2015

Canal: Envejecimiento y vejez

Kléver Paredes B.

“Este año fue malo para los que vivimos en el campo. No tuvimos la voluntad de Dios. Con las primeras lluvias de octubre nos apuramos a sembrar, sin pensar que luego vendría la sequía. Pensamos que era ‘el veranillo del niño’. No fue así. Los aguaceros que cayeron desde fines de enero ya no sirvieron de nada, el maíz ya estaba marchito; casi todo lo sembrado se perdió”.

“Más de 200 dólares gasté en abono de gallina, más la semilla, más el ‘beneficio’ de la deshierba; un peón, tanto buscar porque ya no les gusta trabajar en la agricultura, cobra 12 dólares diarios. ¿Para qué tanto trabajo, si el quintal de maíz se vende luego en $ 5, $ 10 o algo más y los intermediarios se ganan luego el doble”.

Enrique Chasi no para de lamentarse: “Este año fue malo”. Él es de los pocos viejos que se dedican a la agricultura para subsistir. Con sus más de 70 años, no tiene otra alternativa de ingresos económicos y tampoco quien le ayude, porque los jóvenes dejaron el campo para migrar a la ciudad o ganar un sueldo fijo en las plantaciones de flores.

Este año, para Enrique hasta el nombre de su parroquia perdió su sentido: La Esperanza (cantón Pedro Moncayo, provincia de Pichincha). Ahora mira con resignación su terreno y cosechar por lo menos algo de maíz.

La actividad agrícola en Ecuador es compleja, tanto en la Sierra como en la Costa y la Amazonía. Los pequeños campesinos como Enrique corren con riesgos climáticos y fitosanitarios, variaciones de precio y la persistente tendencia a la baja.

Otras dificultades que complican su situación es la desigual distribución de la tierra y la escasa productividad promedio de la mano de obra, que redundan en bajos ingresos para la mayoría de los agricultores y sus empleados. A ello se suma la falta de capital físico, humano y social, así como la existencia de mercados que dificultan la adopción de tecnologías modernas y de rubros más rentables.

En las zonas rurales, además, persiste la migración de la población, en especial de la más joven en busca de mejores oportunidades de estudio o de trabajo. La consecuencia de este fenómeno ha sido el envejecimiento de la población rural y de manera especial de los productores agrícolas.

Según una investigación sobre “Mercados de tierras agrícolas en América Latina y el Caribe: una realidad incompleta”, realizada tiempo atrás por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la tendencia a una menor natalidad y a una mayor longevidad sucede en todos los países de la región, aunque en cada uno con un ritmo diferente.

Tres grupos de países pueden distinguirse en lo concerniente a envejecimiento de la población. El primero está encabezado por Uruguay, donde 17% de la población tiene 60 años o más, seguido de Argentina (13%) y Chile (10%), y también de varios países del Caribe (Antillas Neerlandesas, Bahamas, Barbados, Cuba, Guadalupe, Jamaica, Martinica, Puerto Rico y Trinidad y Tobago).

El segundo grupo, en plena transición demográfica, está formado por Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guyana, México, Panamá, Perú, República Dominicana, Suriname y Venezuela. Los demás países se encuentran en una transición que va de moderada a incipiente, con una cifra entre 5% y 7% de adultos mayores.

En el medio rural, el porcentaje de los mayores de 60 años de América Latina y el Caribe en su conjunto era del 7,6% en 2000, y se proyecta que llegará a un 10,2% en 2015. La tasa de actividad de las personas adultas mayores en el área rural es muy alta, mucho más que entre los grupos etarios equivalentes del área urbana.

En el 2000, por ejemplo, el 83,1% de los hombres rurales entre los 60 y 65 años eran económicamente activos, frente al 61,4% en el caso de los hombres urbanos. Para los hombres entre los 75 y 79 años, los porcentajes son de 44% y 19%, respectivamente.

La proporción de los mayores de 60 años en la Población Económicamente Activa (PEA) total rural en 2000 se estimaba en 7,8%, esto es, algo más de 3’900.000 personas. Se proyecta que en 2015, si persiste la tendencia actual, las personas mayores de 60 años llegarán a representar 9,1% de la PEA rural total de América Latina y el Caribe.

En el caso de la PEA urbana, estos porcentajes representaban 3,4% en 2000, es decir, algo más de 2’100.000 personas; en 2015 significarán 4,2%.

En el universo de la Población Económicamente Activa general, la agrícola es la que muestra mayor porcentaje de personas de 60 años y más. En el caso de los encargados de la conducción del predio: se estima que, actualmente, más de 20% de estos son mayores de 60 años, porcentaje que es aún más alto en países como Brasil, Chile, Panamá y México o en zonas específicas de otros países.

En cuanto a la composición de los hogares, el estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe señala que un número apreciable de los agricultores de 60 años y más vive solo o con su cónyuge. En Brasil, el 29% de los productores vive solo y tiene 60 años y más; el 10% de los campesinos vive únicamente con su cónyuge, y el 48% restante vive con sus hijos u otros integrantes de la familia mayores de 18 años.

En Ecuador es notorio que el núcleo familiar en el campo esté compuesto por marido y mujer, los dos de avanzada edad.

Solo en algunos casos son acompañados de sus hijos, también de edades superiores a los 30 o 40 años. Los más jóvenes dejaron el campo por la ciudad.

Fuente: El Telégrafo / Palabra Mayor - 21/2/2015.
http://www.telegrafo.com.ec/palabra-mayor/item/la-labor-agricola-en-manos-de-los-mas-viejos.html