Un juez italiano le ha retirado la tenencia de una hija a un matrimonio de personas de 58 y 70 años, por considerarlas muy viejas. En esta decisión interviene un conjunto de prejuicios que afecta a la dignidad y potencia de las personas mayores.
Por Leopoldo Salvarezza *
Cuando la enorme mayoría de la comunidad académica gerontológica, a la cual pertenezco desde hace 40 años, estaba relativamente tranquila con los avances realizados en relación a la consideración alcanzada por la población vieja en nuestra sociedad actual, he aquí que una noticia reciente tira por tierra las expectativas y parece retrotraernos a la época de la Inquisición.
Me refiero al fallo emitido por un tribunal de Turín por el cual se le quita la tenencia de una hija de 15 meses a un matrimonio de 58 años la madre y 70 el padre por considerarlos muy viejos para ejercer la función parental y exponerla a una serie de supuestos peligros atribuidos a la edad cronológica de los actores. Independientemente de algunos antecedentes esgrimidos como un supuesto abandono ocurrido al mes de vida de la nena, razón por la cual se les quitó la tenencia de la misma a los padres, que deben enfrentar un juicio próximamente y se la depositó en un centro de menores, yo quiero referirme aquí a algunos términos de la sentencia que resultan muy significativos para considerarlos dentro de una actitud social muy extendida denominada viejismo.
Según la definición de su creador, el doctor Robert Butler, el viejismo es el prejuicio de un grupo contra otro y se aplica principalmente al prejuicio de la gente joven hacia la gente vieja. Subyace en el viejismo el espantoso miedo y pavor a envejecer, y por lo tanto el deseo de distanciarnos de las personas mayores que constituyen un retrato posible de nosotros mismos en el futuro. Vemos a los jóvenes temiendo envejecer y a los viejos envidiando a la juventud. El viejismo no sólo disminuye la condición de las personas mayores, sino la de todas las personas en su conjunto.
Por último, por detrás del viejismo encontramos un narcisismo corrosivo, la incapacidad de aceptar nuestro destino futuro.
Estamos enamorados de nosotros mismos jóvenes. Utilizando este concepto como paraguas podemos ver la actitud viejista de los autores del fallo traducida en varios de sus conceptos.
En primer lugar, desconocen un principio básico de la gerontología que ha establecido que la edad, como variable independiente, no sirve para medir nada. Siempre debe utilizársela como variable dependiente de otros términos como salud, clase social, vivienda, analfabetismo, género, etc. Pero nunca sola. De manera que estos jueces, aunque dicen haberse asesorado con un equipo de psicólogos, no deben haber chequeado sus conocimientos gerontológicos sobre el tema.
En segundo lugar, hacen una apreciación predictiva insostenible al considerar que la niña se va a quedar “huérfana muy pronto”.
Desconocen aquí cómo ha crecido la expectativa de vida al nacer, y eso hace que la gente viva más y más saludablemente y que, al extenderse estos plazos, la gente muere más, estadísticamente, en la mediana edad que en la vejez, por eso hay menos viejos en la pirámide poblacional. lo cual permite considerarlos como los sobrevivientes de una larga carrera donde la mayoría ha quedado en el camino.
Este mismo argumento sirve para desestimar que, según el fallo, “se verá obligada a cuidar a unos padres ancianos, con posibles graves patologías o minusvalías”. La medicina y la tecnología adjuntada a ella se encargarán de dejar sin efecto esta temeraria afirmación para poder defender el principio básico que ha establecido la gerontología de que vejez no es igual a enfermedad. Si no encontramos efectos externos ni internos que produjeran una incapacidad en el proceso normal de envejecer, veremos que los viejos no son ni incapaces, ni imposibilitados, y mucho menos que no poseen el don de dar amor sólo por ser viejos.
La beba en cuestión, nacida en el seno de esta pareja, tendrá padres viejos, pero eso no quiere decir que no será cuidada, amada, y que inevitablemente tenga padres discapacitados de los que se deba hacer cargo.
¿Cuántos padres que fueron jóvenes cuando nacieron sus hijos deben estar al cuidado de ellos, por existir algún problema de salud, sin importar su edad? El fallo mencionado me produce un profundo malestar como supongo que le debe producir a los que estén leyendo estas líneas porque marcan una crítica desconsiderada al hecho de envejecer o ser viejo, sin tener en cuenta que estos jueces, en su momento, también lo serán y serán víctimas de sus propios prejuicios.
* Psicogerontólogo, Ex Profesor Titular De Tercera Edad Y Vejez, Facultad de Psicología, UBA
Fuente: Clarin.com 26/09/11
http://www.clarin.com/opinion/Vejez-igual-enfermedad_0_561543868.html