Elizabeth Caro*

Mujeres adultas mayores, educación y salud

Martes, 08 de Marzo de 2011

Canal: Políticas y Derechos

En 2011, el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, tiene como tema: «La igualdad de acceso a la educación, la capacitación, la ciencia y la tecnología: camino hacia el trabajo decente para la mujer».

La educación es un derecho humano y un elemento indispensable para el progreso económico y social. Debe reconocerse que, en condiciones de igualdad, el acceso pleno a la educación es un requisito para la potenciación de la mujer, y un instrumento fundamental para lograr los objetivos de igualdad de género, desarrollo y paz.

¿Cómo traducir esta idea a la realidad mexicana? Empecemos por las cifras. De acuerdo con los resultados definitivos del Censo de Población y Vivienda 2010 publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en México la población alfabeta mayor de 15 años asciende a 72,425,081 personas. A su vez, la población analfabeta es de 5,393,665 personas; de ellas, 1,541,516 son mujeres de 60 años y más, a lo que hay que sumar 63,514 mujeres que no especificaron su condición.

Si bien esta cifra pudiera parecer pequeña, sus implicaciones no lo son. Si bien el mismo censo reporta que el porcentaje total de analfabetismo se redujo en los últimos años, lo cierto es que esta problemática se concentra en la población anciana, de sexo femenino.

Sin duda, el acceso de las mujeres a la educación, la capacitación, la ciencia y la tecnología es un mecanismo para tener un mejor trabajo o fuente de ingreso. Pero todos esos factores también impactan de manera importante en su salud y, por ende, en la posibilidad de obtener no sólo un ingreso adecuado sino también mejores condiciones de vida en general.
La pregunta y preocupación central es: ¿Cómo impacta el analfabetismo en las condiciones de salud de las mujeres adultas mayores?

La mayor parte de la información para promover la salud y para prevenir enfermedades se obtiene de manera escrita. Ejercer el derecho a la salud y el acceso a los servicios implica, en primer lugar, tener acceso a la información y, por tanto, saber leer. El propiciar hábitos de salud e higiene en la familia, o bien, seguir las indicaciones del médico del centro de salud, igualmente requieren de un grado de escolaridad mínimo. La educación se convierte en un factor clave para mantener o mejorar la salud. Pero no sólo para lograr adquirir la información respecto al autocuidado es indispensable la alfabetización, sino también para construir la autoestima al permitir a la mujer autodesarrollarse y autovalorarse adecuadamente.

El reto para mejorar la salud de las mujeres adultas mayores se plantea en al menos dos sentidos. Por un lado, las políticas de salud para esta población deben responder a la realidad muy diversa de nuestro país. Mujeres adultas mayores que viven en zonas urbanas o rurales; alfabetas, analfabetas, jefas de familia, cuidadoras, dependientes, trabajadoras en la economía formal o informal.

La información y mecanismos para promover la salud y prevenir enfermedades o procurar el mayor nivel de bienestar, debe diversificarse. Por ejemplo, hay que generar material audiovisual en diversas lenguas indígenas y de aplicación en contextos específicos. En lo que toca al personal de salud, se le debe sensibilizar, informar y capacitar en cuanto a la atención de la salud de las personas adultas mayores y de acuerdo a las especificidades de sexo y género.

Por otro lado, hay que mantener las políticas de alfabetización y reforzar aquellas enfocadas en la población de 60 años y más, tanto para hombres como para mujeres. Una de las prioridades es adecuar los métodos de enseñanza, ya que no es lo mismo alfabetizar a alguien a los 18 años que a los 50, 60 u 80 años.

Ya se cuenta con suficiente literatura e investigaciones que demuestran que la salud está directamente ligada al nivel de escolaridad. Ahora bien, lo que hace falta es reducir las brechas de desigualdad en las condiciones de salud producidas por el analfabetismo mediante la mejora de los servicios, un mayor acceso a los mismos y promover la educación para la salud.

De acuerdo con Carlos Aibar, la educación para la salud es una actividad de la salud pública y de la medicina preventiva que, de manera general, puede definirse como un proceso multidimensional (de comunicación, de intervención social y educativa) que tiene por finalidad la capacitación, pero sobre todo la responsabilización de las personas en la toma de decisiones relacionadas con la salud. El derecho a la salud no debe confundirse con el derecho a estar sanos.

El Instituto de Geriatría se suma al compromiso establecido en la Carta de Ottawa respecto a construir políticas públicas saludables, crear ambientes que favorezcan la salud, desarrollar habilidades personales, reforzar la acción comunitaria y reorientar los servicios de salud. La educación, la capacitación, la ciencia y la tecnología, son los mejores aliados para conseguir resultados permanentes que redunden en la obtención de un trabajo decente y a mejores condiciones de salud para la actual y futura población adulta mayor. El compromiso y la responsabilidad es de todos: gobiernos, instituciones, profesionales y ciudadanos.

*Subdirectora de Desarrollo y Extensión Académica. Instituto de Geriatría de México
Agradezco los comentarios siempre atinados de la Dra. Victoria Arango.

Sitios de interés

ONU MUJERES. Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres.
http://www.unwomen.org/es/
http://www.unwomen.org/es/news-events/international-womens-day/

UNESCO. Organización de las Naciones Unidas para la Educación.
Mensaje de Irina Bokova, Directora General de la UNESCO, con motivo del Día Internacional de la Mujer.
http://unesdoc.unesco.org/images/0019/001913/191391s.pdf

INSTITUTO NACIONAL DE LAS MUJERES
www.inmujeres.gob.mx