El teatro no tiene edad

Martes, 08 de Febrero de 2011

Canal: Aprendizajes y Experiencias

«Viejos los cerros» es la única compañía para adultos mayores que existe en el país; el grupo estrenará hoy en el Faro de Oriente su obra «¿Quién quiere a doña Cholita?».

Rosalinda Sánchez Fragoso sabe lo que es ser invisible, lo ha sido desde niña. Una vez, cuando tenía 10 años, sus papás la olvidaron en el Bosque de Chapultepec.

Luego, ya como esposa y madre, la sensación de incorporeidad se acentúo. Vivió así, invisible, hasta el día en que (ya con más de 60 años) se subió a un escenario teatral.

Rosalía forma parte de “Viejos los cerros”, la única compañía de teatro para adultos mayores que existe en México. Encontró lo que le habían negado durante toda la vida: reconocimiento. “¡Me estoy haciendo visible! Me subo al escenario y la gente me ve, me aplaude, me reconoce”.

Y no habla sólo del público general, sino de su familia, sus hijos y, con mayor orgullo, sus nietos. En particular uno de ellos: Kiefer Alexander. “Tiene diez años y me dirige. Me dice cómo actuar y hasta me enseñó a hacer una grosería con la mano para el personaje de una obra”.

Esa obra se llama ¿Quién quiere a doña Cholita?, que se estrena hoy en el Faro de Oriente. La anécdota del montaje, por cierto, es pertinente: una abuela desmemoriada a la que sus hijas quieren internar en un asilo para ancianos. Luego del estreno, la obra hará una gira por todos los Faros de la ciudad de México.

A escena
Consuelo Ruiz trabajó poco más de cuatro décadas como secretaria ejecutiva en oficinas de gobierno. Su constancia le permitió jubilarse pero ese mismo empeño en el trabajo le impidió cumplir una ilusión infantil: ser actriz. Nunca tuvo tiempo.

“Ya me jubilé, ya tengo todo el tiempo libre; y ya que me faltan dos años para cumplir 80 (y no me da pena decir mi edad) entré a esta compañía para actuar, no vaya a ser que se me acabe el tiempo sin haber hecho lo que más me gusta: ser artista”.

Hace un año, la UNAM organizó a través de la Escuela Nacional de Trabajo Social, un primer taller de teatro para adultos mayores. Pero su existencia fue fugaz y su única presentación fue el Día del Adulto Mayor. Es incierto, además, si habrá un segundo taller este año.

En cambio, la compañía “Viejos los cerros” lleva ya dos años trabajando y ahora tendrán su primera temporada formal. En Latinoamérica sólo existe otra experiencia similar con un taller en Buenos Aires que lleva cinco años en funcionamiento.

“Viejos los cerros” es una iniciativa del actor y director Heber Iván Tula, de cuyos bolsillos sale la mayoría del material para la escenografía y el vestuario. Actualmente las clases y ensayos son en el Foro Xavier Villaurrutia y tienen el apoyo de la Secretaria de Cultura de la Ciudad de México. “La cultura —asegura Iván Tula— es menospreciada. Yo me he cansado de pedirle (a la Secretaría de Cultura) aunque sea un pequeño servicio médico para que le tomen la presión a los talleristas antes y después de los ensayos. Nunca ha sucedido”. En la historia de la creación de este taller falta una persona: Luis Barajas quien tiene “más de 60 años”. Ha estudiado aromaterapia, péndulo y muchas otras disciplinas con un objetivo: “Evolucionar como persona”. Barajas fue el primer alumno de Iván Tula. Es, por tanto, consciente de lo que significa tener “más de 60 años”.

“Pido a las personas de la tercera edad que busquen teatro, que tomen clases de zumba, de baile. No porque tengamos hijos o seamos pensionados quiere decir que la vida se acabó”.

Aurora Sierra (conocida en la compañía como “La gran estrella de Viejos los cerros”) es el ejemplo del consejo de Luis. Aurora es egresada de la Facultad de Ciencias y trabajó toda su vida. Hasta que “la vida me llevó a jubilarme”. Entonces cuando empezó su segundo aire: “Ya jubilada, me dediqué a bailar, a cantar, a hacer teatro”.

El consejo es sencillo cuando se escucha de boca de estas personas cuya edad es sinónimo de sabiduría: “A pesar de la edad, hay que seguir estudiando”, dice Rosa María Gutiérrez.

Es evidente, además, que todos ellos encontraron en Heber Iván Tula, un guía:

“Nunca —dice María Esther Ramos— había encontrado un taller de teatro para mi edad. Hay de niños, de jóvenes, pero no para adultos mayores”.

Un poco más felices
Se llama Juan. Y el teatro lo ha hecho un mejor ser humano. Lo ha hecho feliz. “Suena raro, pero es verdad. En el taller aprendí a querer a los seres humanos, a relacionarme con la gente. Antes era muy negativo. Ahora me he quitado la amargura de la cara, me quité el hielo”.

En todos los talleristas, el teatro ha probado ser una herramienta para cambiar su vida. “Yo — dice Manuel Navarro— me divierto como enano: jugamos, nos presentamos ante el público y nos aplauden. Mi familia va a todas las funciones y es la que más aplaude”.

María (conocida en el taller como Maruja) tiene voz tenue. “Es que yo siempre he sido tímida”, explica. Y precisamente por eso se metió a estudiar teatro. “Yo quería ser cantante pero nunca pude. A mis hijos, yo los metí a estudiar danza clásica, folclórica, árabe. Quería que ellos fueran lo que yo no fui”.

Y luego, un día decidió serlo. Se inscribió a “Viejos los cerros” con dos ilusiones: quitarse la timidez y ser artista. Todos los días trabaja en ello: “Ya me sé todos los parlamentos de la obra pero al subir al escenario no sé qué me pasa; se me olvidan. Espero pronto quitarme lo tímida si no, no voy a llegar lejos”.

Felices, vivos, visibles, útiles. ¿Qué más se puede pedir? “Libres”, dice Teresa Moyado Flores, mujer que dedicó su vida al hogar, cuidar de sus hijos, mantener la casa impecable. “Con el teatro me siento segura, ya no me siento esclavizada a mi casa; era mi sueño y lo he logrado”.

Mejor aún, comparte esa libertad con la familia a la que le dedicó su vida: “Mis hijos están orgullosos de su mamá, esa mamá que nunca salía de la casa y ahora tiene la libertad de salir, actuar y ser feliz”.

Fuente: Por Julio Alejandro Quijano
El Universal (México) 5/2/2011.
http://www.eluniversal.com.mx/espectaculos/102472.html