Boletín CORV N°7. Noviembre-Diciembre 2009.
Está a punto de terminar un nuevo año, y con él, se cumple una década en la que se ha venido mencionando, cada vez con mayor frecuencia -y hasta podría decirse que con más fuerza y decisión- el tema de los derechos humanos en relación con las personas viejas. Aunque parezca lo contrario, el proceso no ha sido fácil.
La experiencia alcanzada en esta década en relación con la elaboración de políticas, o la definición de marcos jurídicos en algunos países de la región, no se puede asumir como suficiente para cambiar en la práctica la condición de discriminación y marginalidad, a la cual son sometidas las personas, por el simple hecho de ser viejas. Por esa razón, uno de los puntos exigidos por la sociedad civil ha sido la elaboración de la “Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas de Edad” o de una norma universal que sea jurídicamente vinculante. Sin lugar a dudas, este será el punto central de atención y discusión para los años venideros.
Lo anterior quiere decir que, una vez cumplida con esta primera etapa, la tarea del nuevo año es trabajar sobre la especificidad y el contenido de los derechos, entre otras razones, para evitar que los resultados de las nuevas reuniones de seguimiento a la Declaración de Brasilia, se conviertan en “simples documentos de buenas intenciones”, sin compromisos y sin desarrollos posteriores. Ese es uno de los papeles importantes que debe asumir la sociedad civil.
Pero eso no es todo. Ahora más que nunca hay que seguir trabajando sobre el imaginario social y ese enfoque asistencialista que pone a las personas viejas en una alta condición de indefensión, o de enfermedad, que solo sirve a otros para sus propios fines.
Para trascender esos “lugares comunes” en razón de lo que llaman característico de la vejez, hay que fortalecer la investigación con propuestas metodológicas que faciliten la verdadera comprensión de las necesidades, y expectativas que tiene este grupo de población. Es decir, pensar en el conjunto de los mayores de 60 años y sus particularidades, teniendo en cuenta la perspectiva de género, y las dimensiones pluriétnica y multicultural, en el marco de la realidad política y económica.
En síntesis, el reconocimiento de las diferentes realidades de la vejez desde su propia mirada. También aquí tiene mucho que hacer la sociedad civil.
Porque finalmente se trata de entender que las personas viejas tienen en primer lugar los mismos derechos que todas las personas, independientemente de la edad, y no caben restricciones; por el contrario, deben ser garantizados de manera inmediata.
La especificidad tiene que ver con nuevos y adicionales derechos. Generalmente están relacionados con toda una historia de desconocimientos y vulneraciones.
Es necesario recobrar la dignidad, perdida en el transcurrir de la vida, debido a la falta de recursos pero sobre todo a la falta de oportunidades, lo cual no ha dependido nunca de la voluntad de las mismas personas.
En este sentido, cabe entonces recordar que los derechos no se suplican, se reclaman, y no importa quien los haya dicho primero.
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