Patologías urbanas. Peter Pan

Lunes, 11 de Mayo de 2009

Canal: Envejecimiento y vejez

Javier Castañeda. Periodista experto en Sociedad de la Información. La Vanguardia.es 7/5/2009. Nadie quiere crecer. O para ser más exactos, nadie quiere envejecer. Sí, ya sé: puede parecerles excesivo, pues seguro que hay gente que está encantada con la edad que tiene y con envejecer. Quizá porque, cada una de sus canas, o de sus arrugas, marcadas a fuego lento por ese compás de espera que es la vida, corresponde a una vivencia. A un sueño, a un deseo, a un proyecto o a un amor, que pasó y que dio forma a su estancia.

Mas lo habitual, suele ser lo contrario. Sea cual sea la edad en la que ubiquemos el estetoscopio, el espejo social devuelve una imagen cansada, fruto del tremendo desgaste que actualmente supone para el ser "el hecho de crecer". Desde los niños, que ya parecen venir estresados de serie –dónde habrá quedado esa etapa lúdica que supuestamente era la infancia- hasta los jóvenes que, bien porque no se ven capaces de realizar sus sueños o bien porque cada vez el mundo es más competitivo y con mayores incertidumbres; según defienden algunos expertos, "sienten una demora en ingresar al mundo adulto, lo que retarda su desarrollo madurativo".

Pero no caigamos en el tópico de pensar que estamos ante un fenómeno que abarca sólo a los jóvenes: nada más inexacto. Según parece, cada vez es más fácil toparse con adultos que, bajo un extraño síndrome de Peter Pan que, como refleja la Wikipedia "ni siquiera reconocido oficialmente como enfermedad", se niegan a crecer. Según un artículo de Consumer, "son adultos sólo en apariencia, porque su actitud continúa siendo la de alocados niños y adolescentes que no se responsabilizan de sus actos. Estas personas que padecen de Inmadurez emocional, son incapaces de crecer y su alegría y seguridad, suele ser una máscara que esconde el temor a no ser queridos".

Además influyen las perspectivas de cara a la jubilación. Un estudio coordinado por la Universidad de Manchester aparecido hoy, revela datos curiosos como que "Ser pobre y sin estudios incide directamente en la salud de los mayores". Quizá no hacía falta ir a Harvard -o en este caso a Manchester- para intuir que disponer de ciertos recursos, si bien no es sinónimo de salud o felicidad, al menos sí puede proporcionar un cierto colchón de tranquilidad, al saber que no habrá que preocuparse de aspectos prácticos. Aunque según los resultados de este estudio longitudinal sobre el envejecimiento, "la jubilación es algo positivo siempre y cuando no sea obligada. Aquellos que son forzados a retirarse suelen tener peor salud mental que los que lo hacen como un paso natural y voluntario".

Igualmente, sería incorrecto pensar que sólo las personas adultas que padecen algún trastorno psicológico –o similar- son responsables de este nuevo movimiento anti-aging. La resistencia a crecer, o a envejecer, se ha convertido en mucho más que una moda pasajera, aunque en este caso, la tendencia haya repercutido directamente sobre la moda. Así, entre otros, han nacido los denominados grups, término acuñado por un episodio de Star Trek, y que define a un colectivo perfectamente identificado por los publicistas debido a sus hábitos de consumo que responden a adultos con alma de jóvenes. Según Dylan Jones, editor de la revista GQ, "hay una tendencia por permanecer más joven más tiempo, pero la diferencia es que la generación mayor no está consumiendo para parecer más joven, sino para demostrar que no están envejeciendo como sus padres".

Mayor esperanza de vida y longevidad que nunca. Estrés juvenil. Síndrome de Peter Pan. Tratamientos anti-edad. Mayores vestidos como jóvenes. Adultos que no quieren crecer y una sociedad que a priori tampoco sintoniza con favorecer un clima que permita al individuo ese crecimiento... Quizá lo que sucede, como revela el sociólogo y director de FiraGran, Juli Simón, es que "no estamos culturalmente preparados para hacernos mayores. Los procesos económicos y tecnológicos van tan rápido que poco a poco se va aparcando la experiencia en detrimento de los conocimientos más recientes. Hay una obsesión empresarial de que lo último sólo puede hacerlo la gente más joven". Por su parte, el archi-laureado actor americano Dustin Hoffman, manifiesta a sus 71 años "que nunca ha entendido la obsesión por la juventud y que la falta de respeto por la edad que existe en su país, no se da en otras partes del mundo". No osaré contradecir a Hoffman, pero ¿seguro que esa cirugía social que conlleva el peterpanismo no es un fenómeno planetario?

Fuente: La Vanguardia (España)  07/05/2009