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Uruguay: El problema poblacional más grave es la migración al exterior

Lunes, 28 de Noviembre de 2005
Recortes de prensa


Diario El País
16.11.2005

Nuestra sociedad tiene que reflexionar por qué la gente joven opta por irse del país, señaló la doctora en demografía histórica Adela Pellegrino. En diálogo con ECONOMIA & MERCADO, la entrevistada sostuvo que es imprescindible encarar el tema de la emigración porque Uruguay ha perdido un porcentaje importante de su población joven, lo que contribuye a acentuar el fenómeno del envejecimiento. A continuación se publica un resumen de la entrevista.

— ¿En qué medida son confiables las proyecciones demográficas?

— Actualmente hay instrumentos metodológicos que permiten hacer proyecciones de población de manera muy precisa. Sin embargo, para que los resultados sean satisfactorios, deben formularse buenas hipótesis de trabajo, aunque a veces los investigadores no pueden prever ciertos fenómenos. En muchos casos, algunas proyecciones de población realizadas en importantes centros de estudios de la población han tenido resultados diferentes a los que se esperaba. Por ejemplo, la División de Población de Naciones Unidas debe ajustar cada dos años las proyecciones para adecuarlas a la situación que es cambiante. Sabemos que el crecimiento de la población mundial, que ha sido muy importante en períodos anteriores, ha sido menor de lo que se esperaba. En algunas regiones, especialmente en la mayoría de los países de América Latina, el descenso o el estancamiento de la población se produjo mucho antes de lo previsto. En el caso de Uruguay, la población resultó siempre menor que las proyecciones, en todas las circunstancias en que pudo medirse.

— ¿Cuál es el aspecto más complejo para efectuar proyecciones demográficas?

—En general, se pueden prever con bastante precisión los índices de natalidad y mortalidad, lo que permite pronosticar con un cierto grado de precisión el crecimiento vegetativo de la población. En cambio, resulta bastante difícil anticipar los comportamientos migratorios. En las proyecciones más recientes del Instituto Nacional de Estadística (INE), la evolución de las tasas de natalidad y mortalidad son las que podemos imaginar, pero es difícil prever el comportamiento migratorio.

Crisis demográfica

—En los últimos censos se ha visto que la población uruguaya crece muy lentamente y envejece más rápido, ¿significa eso que nuestro país está avanzando hacia una crisis demográfica?

—La crisis demográfica uruguaya existe desde hace varias décadas debido a la alta tasa de emigración. De continuar esa tendencia, las perspectivas se podrían calificar como catastróficas, no sólo por razones cuantitativas, teniendo en cuenta la población relativamente escasa de Uruguay, sino también por las características cualitativas de dicho proceso, dado que la mayoría de los emigrantes uruguayos pertenece a la franja de adultos jóvenes y su nivel educativo es en general elevado.

— ¿Está nuestra sociedad en los umbrales de una emergencia nacional en materia demográfica?

—Insisto que el problema preocupante es la emigración. En lo relativo al crecimiento vegetativo, lo importante es planificar posibles alternativas con suficiente anticipación. Actualmente, las tendencias demográficas decrecientes de Uruguay, en cuanto a la natalidad y la mortalidad, son similares a las de los países desarrollados. Las pautas que caracterizan a ese fenómeno deben considerarse como positivas para la sociedad. Por un lado, la expectativa de vida de la gente aumenta sostenidamente y, al mismo tiempo, la estructura de edades de la población revela que un porcentaje cada vez mayor de personas alcanza una edad más avanzada, lo que denota mejores condiciones sanitarias. Por otro lado, el descenso de la fecundidad muestra que buena parte de las mujeres tiene la capacidad de decidir en materia reproductiva, lo que también es beneficioso desde el punto de vista social. En consecuencia, Uruguay se encamina a tener un crecimiento vegetativo cada vez más lento y una estructura de edades con una fuerte representación de adultos mayores, que seguramente se va a agudizar en las próximas décadas. Hay que prever el futuro, pensando en una sociedad diferente, pero no necesariamente con una óptica negativa. Sin duda, habrá que buscar otro tipo de relación intergeneracional porque, indefectiblemente, habrá más ancianos.

— ¿Es factible que la población de Uruguay empiece a decrecer en el mediano plazo aun si se detuviese la actual emigración?

—Eso dependerá de la relación existente entre las tasas de natalidad y mortalidad. Por cierto, puede ocurrir que la tasa de reemplazo sea insuficiente en Uruguay, pero eso no es una novedad en el mundo. Ya se prevé que los países desarrollados se encaminan hacia un decrecimiento de la población y es posible que suceda algo parecido en Uruguay en un futuro no muy lejano, debido a que su estructura de natalidad y mortalidad son similares a las sociedades del Primer Mundo. Sin embargo, hay fenómenos demográficos impredecibles como, por ejemplo, la migración y también hubo sorpresas en la fecundidad cuando, a mediados del siglo XX, se produjo un aumento del número medio de hijos por mujer en las sociedades industriales, fenómeno que fue denominado el baby boom. También conocemos los casos de Suecia y Alemania, que tenían las tasas de fecundidad más bajas de Europa en la década de los setenta. Esa tendencia descendente se ha revertido en los últimos años y, si bien no logran alcanzar los niveles anteriores, superan sí la tasa de reemplazo, lo que permitirá una estabilización de la cantidad de habitantes en el mediano plazo. Esto no ha sucedido por casualidad, sino que está basado en el diseño de políticas oficiales que han relacionado la fecundidad con el trabajo fuera del hogar.

Políticas poblacionales

— ¿Qué tipo de política poblacional sería viable en Uruguay?

—No creo en la eficacia de las políticas de fecundidad per se porque requieren cambios muy pronunciados en la sociedad, sobre todo luego de la participación masiva de la mujer en la fuerza laboral. Sí podrían diseñarse políticas —como las implementadas en algunos países que cuentan con un sistema avanzado de seguridad social— que facilitaran la situación de las parejas con hijos mediante la creación de guarderías infantiles, adecuación de horarios de trabajo para las mujeres y los hombres a efectos de atender a sus hijos pequeños e implementación de programas para que los padres se incorporen a la crianza de los niños.

— ¿Alcanzaría con ese tipo de políticas en la faz laboral para aumentar la natalidad en Uruguay?

—Como mencioné anteriormente, el problema más grave en materia poblacional es la migración internacional. Lo que se requiere no es una política de fecundidad, sino fundamentalmente una política de empleo, ya que la ola migratoria más reciente se debió a un desempleo descomunal y salarios bajísimos. Por lo tanto, es necesario que se generen nuevos empleos de calidad para retener a los jóvenes. Desde el punto de vista demográfico, sería muy bueno que los emigrados retornaran e incluso sería una señal alentadora para los uruguayos que permanecieron en el país. En todo caso, habría que pensar en diseñar proyectos para que esos compatriotas tuvieran oportunidades laborales para aplicar sus conocimientos de nuevas tecnologías en Uruguay.

Natalidad

— ¿Cómo se estructura socialmente la natalidad en Uruguay?

—De acuerdo con diversos trabajos realizados en nuestro país, la tasa de fecundidad de las uruguayas varía significativamente según el nivel social, siendo muy alta en los segmentos con menor educación e ingresos más bajos. Lo mismo ocurre en otros países. Hay muchas causas que explican este fenómeno, pero puede inferirse que los hijos desempeñan un papel diferente en las familias pobres y en las ricas. En los sectores más educados, los padres tienen mayores aspiraciones para sus descendientes desde el punto de vista económico y, por tanto, limitan el número de hijos porque saben que no podrían atender debidamente todas las necesidades de una prole numerosa.

— ¿Cuál sería el escenario socioeconómico más factible para el largo plazo de continuar aumentando la tasa de natalidad en los sectores más pobres y reduciéndose en las capas medias y altas?

—Todo dependerá de las políticas oficiales y la evolución de la equidad social en Uruguay, sobre todo en lo que se refiere a la educación. Si bien las proyecciones de población del INE son razonables con respecto a las tasas de natalidad y mortalidad, es factible que la eventual aplicación de políticas que promuevan la equidad determine un índice de fecundidad más bajo y, sobre todo, más estable en el tiempo y con un menor promedio de situaciones extremas. A pesar de que en las últimas décadas el país se ha vuelto cada vez más desigual, no descarto que la tendencia se revierta dado que el objetivo de equidad ha sido una característica tradicional de nuestro país.

Envejecimiento

—En el Censo de 1908 las personas mayores de 65 años representaban aproximadamente el 2.7% de la población, mientras que en el Censo Fase I del 30 de junio de 2004 el 13.2% de los uruguayos tenía más de esa edad. ¿Qué efectos tiene el envejecimiento progresivo de la población?

—Los problemas sociales que hoy tiene que encarar el país son muy diferentes a los de hace cien años. Indefectiblemente, la población uruguaya como la de la mayoría de los países del mundo va a ir envejeciendo y su efecto más complejo es la relación entre la población activa y la pasiva porque alguien tiene que pagar los costos de la seguridad social de los adultos mayores, cuya esperanza de vida tiende a aumentar progresivamente. Si bien a veces el envejecimiento de la población se plantea como un problema catastrófico, en realidad es un fenómeno natural que hay que resolver ya que se va a presentar, tarde o temprano, en todas las sociedades. La humanidad va en esa dirección y, por tanto, la sociedad tiene que tomar precauciones y proyectar políticas así como implementar acciones para contrarrestar los efectos negativos de dicho fenómeno.

— ¿Cómo se podría atender el fenómeno del envejecimiento?

—Como las políticas futuras seguramente van a poner mayor énfasis en atender la salud y el bienestar de los ancianos, ese segmento de la población crecerá aún más. Sin duda, ese aumento que será paralelo a la reducción de la población joven va a provocar una desfinanciación de los sistemas de la seguridad social y, por consiguiente, una de los salidas más accesibles será incrementar la edad para el retiro jubilatorio. Asimismo, los mayores costos que demandará atender a una población envejecida se verán compensados parcialmente por los menores gastos que implicará una reducción o estabilización de la población infantil. Se suele olvidar que durante buena parte del siglo XX el Estado tuvo que hacer una gran inversión en el área de la educación, sobre todo a nivel escolar, debido al gran número de niños que componían la sociedad uruguaya.

Desde otro ángulo, nuestra sociedad también tiene que reflexionar por qué la gente joven opta por irse del país. Es imprescindible encarar el tema de la emigración porque Uruguay ha perdido un porcentaje importante de su población joven, lo que contribuye a acentuar el fenómeno del envejecimiento. Por tanto, el diseño de políticas que apunten, por un lado, a retener a las nuevas generaciones, especialmente a los recursos humanos calificados de modo de no perder la inversión hecha en su educación y, por otro lado, a recuperar una parte de los que emigraron, podría contrarrestar el alto porcentaje de adultos mayores que compone el total de nuestra población.

Migración

— ¿Qué antecedentes existen en Uruguay en materia de emigración?

—A pesar de que el crecimiento demográfico de Uruguay es relativamente bajo, se viene registrando desde hace cincuenta años un saldo negativo en el balance migratorio, habiendo tenido la emigración empujes muy intensos en ciertos períodos críticos de la vida del país. La estrategia de un número muy importante de uruguayos —se calcula que un 14% de la población uruguaya reside en el exterior— ha sido emigrar cuando tuvieron que enfrentar crisis políticas o económicas de entidad. Cabe señalar que ese comportamiento de nuestra población tiene antecedentes históricos. A fines del siglo XIX y principios del siglo XX hubo una fuerte corriente migratoria hacia Argentina como consecuencia de que nuestro país vivía una época muy caótica signada por una serie de crisis financieras que provocaron la quiebra de bancos de importancia a nivel local y por el estallido de dos guerras civiles muy cruentas. El Censo de Población de Argentina realizado en 1914 mostró que el número de uruguayos radicados en el territorio argentino era equivalente al 8% de la población de Uruguay que totalizaba un poco más de un millón de habitantes, de acuerdo con las cifras que había arrojado el Censo de 1908 en nuestro país. Los resultados de Censos posteriores exhibieron una disminución importante de la cantidad de compatriotas que residían en la vecina orilla, como consecuencia de que la emigración uruguaya se detuvo con la progresiva consolidación institucional y económica de Uruguay en la primera mitad del siglo XX.

— ¿Espera que se produzcan cambios en la tendencia migratoria de Uruguay durante los próximos años?

—Si bien se puede proyectar la continuidad de una tendencia migratoria, no se puede prever con certeza cuándo se va a producir un quiebre de la misma, porque eso depende de hechos imprevistos de carácter económico y político, que se dan tanto en Uruguay como en el resto del mundo. Por ejemplo, hoy miles de personas de América Latina, África y Europa Oriental tienen como meta radicarse en países como Italia y España, que tradicionalmente fueron fuentes de oleadas de emigración, no sólo por problemas económicos sino también por sus altas tasas de crecimiento demográfico que generaban un excedente de población.

— ¿Es factible fomentar corrientes inmigratorias para que los extranjeros se asienten en determinadas áreas del país?

—La experiencia histórica indica que los esfuerzos por afincar inmigrantes que se dedicaran a las actividades rurales no tuvieron mayor éxito, debido a la falta de políticas de colonización adecuadas, como sí existieron en el litoral argentino. Por lo tanto, las oleadas de extranjeros que llegaban a Uruguay se concentraron en Montevideo, aunque hubo algunos que se dedicaron a explotar pequeñas chacras en zonas urbanas periféricas. Si el gobierno uruguayo impulsara políticas inmigratorias, habría que organizar y preparar cuidadosamente la recepción de futuros inmigrantes.

Cantidad de habitantes no es un factor esencial

— ¿Es la baja tasa de crecimiento demográfico un factor negativo para el desarrollo económico?

—Uruguay es un país poco poblado, pero la cantidad de habitantes ya no tiene tanta relevancia como en épocas pretéritas. Antes, el poderío de los ejércitos guardaba relación con el número de soldados y ahora lo que cuenta es la tecnología. Algo similar ocurre con la fuerza de trabajo. Sin embargo, es necesario que el país tenga una población importante a efectos de que su industria cuente con una cierta base de desarrollo en el mercado interno. Además, no es conveniente que nuestra sociedad sea tan pequeña, ya que ese tamaño limita las posibilidades de desarrollar proyectos personales y de trabajo de cierto vuelo. Incluso cuando se observan las proyecciones de la fuerza de trabajo en los países desarrollados, es evidente que la mayoría de ellos va a necesitar más gente, lo que significa que deberán captar un mayor flujo inmigratorio para cubrir el déficit laboral. De todos modos, un coeficiente relativamente bajo entre población y territorio, como el que registra Uruguay, no representa una situación extremadamente negativa.

—Montevideo ha perdido su lugar como segunda ciudad de la Cuenca del Plata medida por el número de habitantes que tenía a mediados del siglo XX. ¿Qué efectos puede tener esa situación en la localización de emprendimientos industriales y de servicios en la región?

—No creo que actualmente la cantidad de habitantes tenga una importancia fundamental para determinar el desarrollo económico de una ciudad. Entiendo que la etapa de metropolización terminó en la década de los setenta en Uruguay. A partir de entonces se advierte un lento pero sostenido proceso de desconcentración de los emprendimientos industriales y de servicios de la capital. Hoy día existe una notoria dispersión de las inversiones hacia distintos puntos del interior, que seguramente van a atraer mano de obra con el consiguiente aumento de la población local.

No resulta viable retacear las jubilaciones

—Según diversos estudios realizados en los últimos años, en Uruguay existe una inequidad de situaciones en torno a la pobreza, particularmente de acuerdo con la edad de las personas, siendo los niños y jóvenes los más afectados. ¿Qué mecanismos podrían hacer menos agudo ese desequilibrio intergeneracional?

—Uruguay es una excepción en América Latina en cuanto a que su población de adultos mayores no presenta índices elevados de pobreza. En nuestro país, en particular, hay distintos fenómenos que han contribuido a mejorar el ingreso de los mayores de 65 años y que marcan una diferencia con la población infantil y adolescente. Uno de los factores que explica ese desequilibrio consiste en que nuestros ancianos del siglo XXI tuvieron durante su vida laboral activa mejores ingresos en comparación con lo que perciben las generaciones jóvenes en la actualidad, lo cual les permitió acumular alguna riqueza, que normalmente se refleja en la casa propia. Otro elemento de importancia fue la aprobación del referéndum de la seguridad social de 1989, que sacó a un grupo considerable de pasivos de la pobreza al ajustar anualmente las jubilaciones con el índice de los salarios.

— ¿No representa esa situación una injusticia para las nuevas generaciones?

—Es sin duda un tema muy complejo. Como la mayoría de los ancianos no viven aislados de la sociedad sino que están insertos en grupos familiares, habría que investigar cómo funcionan esos vínculos intergeneracionales porque resulta difícil pensar que no haya transferencias pecuniarias de los abuelos a los hijos y nietos. En cambio, sería muy negativo para la sociedad plantear esta situación como una guerra entre generaciones. Además, si bien un porcentaje importante de jubilados ha podido sortear la línea de la pobreza, esa población percibe ingresos muy limitados que apenas la habilita a vivir modestamente. Entonces, tampoco es viable la alternativa de retacear las jubilaciones para compensar a los niños y adolescentes porque la generación intermedia tendría que afrontar una carga mayor para la atención de los abuelos. En definitiva, hay que enfocar este tema en función de los grupos familiares y no de los individuos.

Fuente: http://www.elpais.com.uy/ProDig/Uruguayos/05/11/16/esp_urugud_185352.asp