El envejecimiento poblacional ya es una realidad. Cada año es mayor el número de personas adultas mayores que componen la población cubana. Los mejores cuidados de salud desde la prevención, con énfasis en el autocuidado, la necesaria incorporación de nuevos patrones de comportamiento y la baja tasa de fecundidad junto a la emigración de jóvenes, entre otros, influyen en esta realidad.
La cultura para un buen envejecer necesita de la participación social y la transformación de los roles hasta ahora asumidos. Parte de los desafíos afrontados por la población adulta mayor consiste y consistirá en superar los mitos que consideran solo matices de desventaja que pueden ser resultado de la fantasía así como estar presente o no en algunas realidades de vida. La transformación paulatina del imaginario social puede contribuir a un envejecimiento satisfactorio.
La prolongación de la vida también aumenta el riesgo, en la medida en que avanzan los años, que la persona pueda necesitar ayuda para satisfacer las necesidades personales. Estos apoyos pueden ser de diversa índole respetando y facilitando lo que cada adulto mayor pueda realizar según sus ritmos y estilos.
Entre las causas de la necesidad de ayuda aparecen, con mayor frecuencia: enfermedades crónicas que necesitan atención, tratamiento y en algunos casos rehabilitación, dolencias que impiden o limitan la locomoción y enfermedades que afectan los aspectos cognitivos.
Estos problemas de salud, enfrentan a la persona adulta mayor a asumir una situación de vulnerabilidad, a cambios en sus actividades sociales o en la manera de actuar y relacionarse, inciden en sus relaciones con los demás.
Algunas mujeres y algunos hombres a través de la vida han tenido necesidades especiales. Ya sea por características físicas o intelectuales, al llegar a la vejez, necesitan ser tenidos en cuenta en su realidad.
Sus madres o padres como figuras de apego desempeñaron el apoyo necesario y por razones obvias falta o decaen en su presencia protectora y no siempre están otros familiares que asuman este rol.
La necesidad de cuidados en diferentes estilos se puede incrementar con la prolongación de la vida y es necesario tener en cuenta que las personas que se encargan de cuidar necesitan de preparación y acompañamiento. Sea esta dedicación motivada por vínculos afectivos o como trabajo remunerado tienen ante sí una encomiable tarea.
En alguna medida se enfrentan a lo irreversible. No siempre pueden ver la enfermedad como una situación transitoria de la que se espera una total recuperación. Conocen o intuyen que aunque la supere es solo por un tiempo y espera otros episodios semejantes o aún más difíciles.
Si bien desde la razón, se comprende el término de la vida terrenal, la proximidad de la muerte le angustia siempre y en mayor medida cuando se trata de alguien especialmente importante.
En esta difícil tarea los modelos de género mujer asignados históricamente y asumidos por la sociedad son exigentes. En ocasiones, cuando comienza a disfrutar en mayor medida de su tiempo personal, al concluir la crianza de los hijos e incluso alcanzar la jubilación comienza a elaborar planes de actividades enriquecedoras. Estos planes se frustran por la necesidad de convertirse en cuidadora con gran exigencia para su salud. La importancia de la preparación y el acompañamiento a cuidadores y cuidadoras es compromiso que el Programa de Cáritas siente necesario.
En este número del Boletín, dedicado a la protección de las personas adultas mayores, presentamos un trabajo sobre la longevidad satisfactoria en las personas con Síndrome de Down, un artículo sobre los estigmas y la exclusión social de las personas con demencia y la experiencia de nuestra Institución en la preparación de cuidadores.
MSc. Ofelia Bravo Fernández
Miembro del Equipo Nacional de Formación de Cáritas Cubana